miércoles, 7 de mayo de 2008

VISITA GUIADA AL MONASTERIO DE SANTA CATALINA DE SENA

Segunda Edición
Versión revisada y aumentada.

Por Dante E. Zegarra López
Arequipa, enero 29 del 2001

Al ingresar
Estamos ingresando a los ambientes del monasterio de Santa Catalina de Sena de Arequipa, puesto a disposición del turismo el 28 de julio de 1970, es decir 391 años después de su fundación.
En esa fecha, era priora de este cenobio la religiosa española Sor María del Mar Zea y arzobispo de Arequipa, monseñor Leonardo José Rodríguez Ballón.
El ingeniero Eduardo Bedoya Forga encabezó, como promotor, a un grupo de empresarios locales que se han encargado de mantener para el turismo esta miniciudad amurallada.
Este monasterio después de fundado fue expandido en dos oportunidades: Una hacia el norte, actual calle Zela, e igualmente por el sur, actual calle Ugarte, en ambos casos al comprar las casas de la calle del frente e internarlas en la heredad del monasterio. También en ambos casos se restituyó la calle. Incluso en la zona norte, en 1946, se amplió el callejón existente entre el cenobio y las casas de la ciudad al ancho de una calle. De allí que el conjunto que vamos a visitar ahora tenga un área de 20 mil 426 metros cuadrados.

Locutorio
- Ave María Purísima
- Sin pecado concebida
Estas son las primeras palabras que, a modo de saludo se escuchan en los monasterios, en lugares como éste, en que nos encontramos.
Este lugar es un locutorio, y permite a las religiosas de clausura comunicarse con el exterior. Es el único medio aceptado por las rígidas reglas de los monasterios, dadas por San Basilio, San Atanasio, San Benito de Nursia o San Agustín de Hipona, para mantener contacto con el mundo exterior.
Como observamos en este ambiente, un locutorio consta de una doble cancela o reja y un cilindro giratorio.
La doble reja corresponde a una costumbre surgida en los primeros siglos del monacato que recordaba la decisión voluntaria de la renuncia al mundo.
En el caso concreto del monasterio de Santa Catalina, la doble cancela, carece de púas como presentan los locutorios de los monasterios europeos, e incluso el monasterio carmelita de Arequipa. Las púas estaban destinadas, en la Edad Media, a disuadir que algunos entusiastas bárbaros tocaran a las religiosas.
El cilindro giratorio, se llama torno y servía, como ahora, para el paso de documentos o también, para el paso de pequeños paquetes.

Locutorio General
Este locutorio, como podemos observar, es más amplio que el anterior. La razón de esta amplitud radica en el hecho que el primer locutorio que hemos visitado, tuvo el carácter de privado y de uso casi exclusivo de las Madres del Consejo, es decir: Priora, Subpriora, Maestra de Novicias, Secretaria y Archivera. Ellas requerían de un ambiente privado para atender los asuntos propios del funcionamiento y gobierno del monasterio.
En cambio, el locutorio que visitamos sirvió a todas las religiosas, las que necesariamente requerían del permiso de la Madre Priora, para acercarse hasta esta zona.
Las religiosas llegaron siempre a esta zona acompañadas por otras. Llegaban de dos en dos, siguiendo el consejo evangélico que dice: Id de dos en dos. La monja que acompañaba al locutorio, recibió el nombre de Escucha.
Si uno se acerca hasta alguna de las cancelas o doble enrejados centrales de este locutorio, puede tener la sensación visual que tuvieron las religiosas que llegaban al locutorio para comunicarse con el mundo exterior.
Ella, como usted, podía distinguir claramente los colores y formas existentes en el otro lado. En cambio, las personas que llegaban del mundo exterior hasta el locutorio y se ubicaban en la actual tienda de recordatorios, difícilmente podía distinguir a la religiosa.
Y no lo podía hacer, dado que aquí la religiosa se encontraba en una semi penumbra. Semi penumbra producida por la filtración de los rayos solares a través de una gruesa piedra: la Piedra de Huamanga y/o Piedra de Berenguel o Berenguela, que es un alabastro, piedra caliza muy traslúcidas.
Entre las paredes se aprecia en el arranque de la bóveda un grueso madero haciendo las funciones de tirante.

Entre el Locutorio
y Sala de Visitas
Este monasterio fue fundado el 10 de setiembre de 1579, por el Cabildo de la Ciudad y una mujer viuda: doña María de Guzmán.
Ella, cuando tuvo 30 años quedó viuda de Diego Hernández de Mendoza, un joven y rico encomendero. Durante su matrimonio no tuvieron hijos.
La idea de fundar un monasterio destinado a devotas mujeres surgió once años antes de la fundación del Monasterio Santa Catalina de Sena.
El Cabildo (institución antecesora de la actual Municipalidad o Concejo Provincial) intentó fundar un monasterio, al que llamó de Nuestra Señora de Gracia. Para ese monasterio compró los cuatro solares sobre los que se levanta ahora el monasterio de Santa Catalina. Invirtió en la compra de los solares casi tres mil quinientos pesos. El monasterio de "Nuestra Señora de Gracia" no llegó a funcionar, a pesar de contar con candidatas al cenobio. Y no funcionó, por carecer de las autorizaciones y licencias que debían otorgar el Virrey y el Obispo del Cusco.
El monasterio de Santa Catalina fue el segundo intento arequipeño de contar con una casa para monjas de clausura. Fue fundado después de los conventos de La Encarnación de Lima (1561); Santa Clara de Asís de Huamanga (1568)y el de La Concepción de Lima (1573). Por otro lado es el primero de los conventos de monjas de clausura de la Orden Dominica y ha dado origen a tres de los cuatro monasterios de dicha orden existentes en Arequipa, Cusco y Lima.
La expectativa que generó el funcionamiento del monasterio de Santa Catalina durante su primer año de funcionamiento alimentó la curiosidad de la gente. En esa época, mientras se cumplía el año de noviciado de las primeras monjas catalinas, se produjo la primera transgresión grave de su clausura. Un clérigo, Francisco Churrón de Aguilar, junto con otras personas, violó la clausura monacal. La osadía le costó al cura de Ilabaya pagar una multa de dos mil quinientos pesos, impuesta por las autoridades civiles y eclesiásticas, librándose de la excomunión.

Sala de Visitas
Antes de continuar con nuestra visita a este cuatricentenario monasterio, es necesario que tengamos en cuenta tres precisiones básicas, que nos permitan captar todo su mudo mensaje.
Como primera precisión debemos señalar que los monasterios de monjas, como éste de Santa Catalina, de vida íntegramente contemplativa, deben observar la clausura papal, es decir, según las normas dadas por el Papa desde el Vaticano.
Claro está que el Obispo puede permitir, por causa grave y con consentimiento de la Priora, que otras personas sean admitidas en la clausura, y que las monjas salgan del monasterio durante un tiempo estrictamente necesario. Es decir que con motivo y autorización se puede ingresar o salir de una clausura de acuerdo con el Canon 615 del Código de Derecho Canónico.
La segunda precisión está referida a las religiosas. Una monja es una hija de nuestros hogares que llega al monasterio para consagrarse a Dios; es una mujer que busca elevar su vida espiritual profesando los consejos evangélicos de caridad, obediencia y pobreza. Puntualicemos que pobreza no es sinónimo de miseria, sino que implica tener las cosas necesarias e indispensables, desprovistas de lujo. Precisamente teniendo en cuenta esto último, las monjas de Santa Catalina, a lo largo de la historia han demostrado ser utilitarias antes que suntuarias, es decir que los objetos que tienen son para usarlos y no para exibirlos.
Finalmente, la tercera precisión nos lleva a examinar las principales influencias que ha recibido nuestro país y, por ende, este monasterio. Durante la Colonia la influencia vino desde España. Finalizando el siglo XVIII se acentuó la de procedencia británica mediante los empréstitos que ayudaron a nuestra guerra de Independencia, origen de nuestra deuda externa. Finalmente la otra influencia que se hace presente a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, es la francesa.
Teniendo en cuenta estas anotaciones, observemos este ambiente. En un extremo del mismo encontramos la ambientación de una Sala de Visitas, con muebles tapizados en brocado, con flocadura de entorchado, cuya existencia se explica si se conoce que en determinadas circunstancias las religiosas han recibido visitantes.
Por ejemplo, antes que el interior de este Monasterio se mostrara al mundo del turismo y cuando las religiosas vivían en esta zona, recorrieron sus calles entre otros personajes el doctor Carlos D. Gibson, antes de 1940; Pedro Beltrán, director del desaparecido diario "La Prensa" de Lima entre 1963 y 1964, al igual que el ministro de Educación de la época, doctor Francisco Miró Quezada y, obviamente el segundo Cardenal del Perú, Juan Landázuri Rickets, con sus respectivas comitivas de su entorno local.
Por su lado, en 1978 los reyes de España, Juan Carlos I y Doña Sofía, llegaron hasta la nueva clausura de este Monasterio. En todos los casos existió un motivo específico y la autorización correspondiente del Ordinario, es decir del Obispo.
Si dirigimos nuestra mirada al otro extremo de la Sala, apreciamos la ambientación del paso de la Ultima Cena, colocado allí después de 1970. Antes las imágenes estuvieron ubicadas en diferentes zonas del Monasterio.
Mirando hacia el techo se observa que es plano. Fue construido, recién en 1953, remplazando a un tumbadillo de lona. El nuevo techo costó 12 mil soles, aproximadamente 480 dólares de la época.
Observando con detenimiento el piso, apreciaremos el decorado con pinturas, que simulan alfombras. Se trata de una moda francesa en boga en la época de Napoleón que se difundió en el Perú en el primer tercio del siglo XIX.
Por otro lado, este ambiente, en algún momento fue empleado como Sala Capitular.

En el Parapeto
Apreciamos entre los dos primeros patios, dos arcos estructurales o arbotantes, que apoyados en contrafuertes sirven para contrarrestar los empujes de otros elementos de las construcciones.
En el arbotante se puede leer claramente la palabra "SILENCIO", que nos recuerda que estamos visitando un convento de monjas de vida contemplativa.
También nos permite recordar que la religiosa contemplativa construye su vida de perfección sobre la base del Silencio, la Oración y el Trabajo.
Silencio para comunicarse, para encontrarse consigo misma; Oración para comunicarse, para encontrarse con Dios y Trabajo, para comunicarse, para encontrarse con la comunidad, con los hermanos.

En el Patio
A la altura de los techos, sobre el paramento, se aprecia la presencia de chorreras que simulan gárgolas y que sirven para la evacuación de las aguas durante el período de lluvias.
El patio adamerado con sillares y guijarros, presenta unas canaletas para el agua.
El ambiente está rodeado por los volúmenes de los edificios sin revoque o tarrajeo, pintados con ocres, sienas, añiles rojos y, por dos galerías inmediatas al Claustro de las Novicias.

Al ingresar al Noviciado
Estamos ingresando a la zona del Noviciado, que es una zona, un claustro, destinado a la formación de la mujer que desea ser religiosa.
Como se aprecia, alrededor del claustro existen una serie de pinturas que nos muestran un arte religioso destinado a la formación de las novicias.
Este monasterio, es de filiación dominica y por lo tanto el rezo del Santo Rosario, es una de las prácticas más apreciadas por las monjas que aquí viven.
Precisamente, Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) fundador de la Orden Dominica, fue uno de los primeros y grandes apóstoles del Rosario.
En el siglo XII, cuando los analfabetos no podían rezar en latín, como los clérigos, los 150 Salmos, reemplazaron la práctica religiosa con 150 Ave Marías, divididos en 15 grupos que corresponden a los misterios del Rosario.
Al final del Santo Rosario, desde el siglo XVI, se rezan las Letanías Lauretanas, que viene a ser algo así como piropos a la Virgen María.
Así se le dice: Trono de eterna sabiduría y en la pintura se la presenta en un trono rodeado de libros. Se le dice: Virgen Fiel y el artista nos presenta a la Virgen con el niño en brazos y luego a la Virgen al pie de la cruz. ¡Que mayor signo de fidelidad que toda una vida, del nacimiento a la muerte!
Es interesante señalar que las pinturas además de orientar a las novicias, permitieron a éstas comprender y recordar el significado de cada una de las Letanías, como si leyeran en un libro. Recordemos que las mujeres de siglos atrás tenían una educación deficiente, siendo pocas las que dominaban la lectura y escritura.
La iconografía utilizada, aunque reproducida con modificaciones mestizas por pintores locales en el siglo XIX, fue realizada por el francés P. A. Varín entre 1848 y 1849 y por los hermanos Klaubert.
El Claustro del Noviciado, tal como lo vemos ahora, fue construido entre 1805 y 1808, durante el primer priorato de Sor Clara de San Juan Arismendi. Ella abrazó el estado religioso en 1769 y murió en 1834 después de ser priora en dos oportunidades. De ella se relata que estaba vistiendo al Niño de Nuestra del Socorro que se veneraba en una ermita y al calzarle unos zapatitos de plata notó que no le entraba y con candor le dijo: "Hermoso Niño, no me hagas padecer, alza el pie. En ese momento, advirtió que la imagen del Niño se movía y levantaba el pie, como se quedó.
El uso simultáneo del sillar y del ladrillo para la construcción del arco de arista comienza a mediados del siglo XVII en Arequipa.

Entrando a la Primera
Celda de Novicias.

Nos encontramos en una celda "tipo" del Noviciado, Esta consta de una hornacina para Oratorio con remate de una venera, alacenas para guardar efectos personales y un arco destinado al camastro. Cuando en el futuro observemos un arco como éste, debemos entenderlo como zona para camastro. Antiguamente en los monasterios arequipeños a esta zona se la denominaba tumba.
Arequipa desde 1582, año en que se produce el primer gran terremoto con la presencia de europeos, ha sido azotada y destruida unas veinte veces por sismos de intensidad superior a los 7 grados en la Escala Modificada de Mercalli y, de una magnitud de entre 6.5 y 9, en la Escala de Richert.
Incluso antes de 1582, durante los años en los que Francisco de Carbajal, El Demonio de los Andes, vivió una temporada en Arequipa, un sismo cobró dos víctimas: Juan Alcaide y Francisco Zamorano. Ellos murieron dos días después del temblor que hizo caer las escaleras del segundo piso donde se encontraban.
Es por ello que desde muy temprano los alarifes buscaron soluciones arquitectónicas que contrarrestaran los efectos de los sismos. Ignorando los conocimientos de la resistencia estructural, optaron por construir bajo el sistema de cantilever, por gravedad, es decir, con vigas empotradas, paredes o bases anchas y bóvedas que hicieran depender toda su resistencia en la dovela o cuña de cierre de éstas, y como parte de las bóvedas, los arcos. De esta forma surgió lo que el viajero francés, el vizconde Eugenio de Sartiges, denominó después de tres semanas de permanencia en Arequipa, el Orden de los Temblores.
Es interesante anotar que en Europa de 1838, se conoció con bastante precisión cómo eran las celdas del monasterio de Santa Catalina, gracias a un óleo realizado por Jules Laure siguiendo las descripciones realizadas por Flora Tristán, quien se refugió durante seis días en este cenobio.

Capilla del Noviciado
Este ambiente está flanqueado por el final de las Letanías Lauretanas y el comienzo de éstas con el Agnus Dei.
Comenzando el siglo XIX, el estilo arquitectónico predominante en el Perú fue el Neoclásico, tal como apreciamos en el Altar de esta Capilla. Columnas romanas con capiteles dóricos, adornos rígidos y duros, inspirados en el Partenón griego, reemplazaron en los altares los trabajos en madera bajo el estilo Barroco.
Junto con la llegada del siglo XIX, en el monasterio de Santa Catalina, se dispuso la separación física de las religiosas Novicias de las Profesas, razón por la cual se construyó esta Capilla. La misma que fue adornada, tal como se aprecia en el friso, con dibujos que recibieron la aplicación de pan de oro.
El frontón de la mesa eucarística tiene pintado el simbólico Mastín de Caleruega, que figura en el escudo de la Orden Dominica. El altar Mayor tiene, en su hornacina central, la imagen de la Virgen Dolorosa, y al pie del mismo, el lema bíblico: Quién como Dios. Este lema identifica al arcángel San Miguel, Defensor de la Iglesia, en su lucha contra las fuerzas del mal.
El lema muy apreciado por la Iglesia, fue inscrito no sólo en los altares de los templos arequipeños, sino incluso, grabado en sillar en las calles de la ciudad. El último ubicado en el Centro Histórico de la ciudad, fue retirado después de 1985, de la esquina de Campo Redondo en el barrio de San Lázaro.

Caminando en el Noviciado
Caminando alrededor de este claustro que tiene reducidas proporciones, se aprecia no sólo los cuadros que nos muestran las Letanías Lauretanas, sino también la calidad utilitaria con que las religiosas empleaban los objetos. En varios de los cuadros se pueden observar que las telas sobre los que están hechos tuvieron otras obras pictóricas, incluso de mejor factura que las que ahora lucen.
En este claustro todas las celdas tienen las mismas características y son once las habitaciones vinculadas a él. Hay que tener en cuenta que las religiosas permanecían en este ambiente entre un año y dos antes de decidir su vida.
Durante ese tiempo, la joven novicia reflexionaba sobre la firmeza de su vocación. Y aunque se ha hablado de una supuesta tradición que obligaba a las hijas mayores a ser monjas, es necesario recordar que al momento de la profesión religiosa, las novicias tenían que responder bajo juramento tres veces a cada una de las tres preguntas que el Obispo les formulaba: ¿Alguien te obliga a ser religiosa?, ¿Deseas ser religiosa? y, ¿Deseas profesar?
Las mujeres que, después de ser Novicias, comprendían que la vida religiosa no era para ellas, simplemente abandonaban los claustros. Un caso concreto y notorio, por los personajes involucrados, es el de Francisca Sierra Pizarro, sobrina del Conquistador e hija de Pedro Pizarro, El Cronista, y de María Cornejo de Simancas, a fines del siglo XVI.
Justamente, en el testamento de doña María Cornejo de Simancas se recuerda que ésta había gastado ochocientos pesos, en cosas que le dio a su hija Francisca Sierra Pizarro, cuando ingresó al monasterio. Francisca Sierra Pizarro, haciendo uso de su libertad y no siendo la vida religiosa su vocación salió del claustro y se casó posteriormente con el capitán Francisco de Melgar Reinoso.
Como era de suponer, a la muerte de su madre, doña Francisca Sierra Pizarro recibió sus legítimas, menos de ochocientos pesos de su fallida dote monacal. Un ajuste de cuentas testamentaria nos ha dejado las pruebas de la libertad que gozaban las jóvenes al momento de decidir su profesión como monjas.

Hacia el Claustro
de los Naranjos

Para ingresar al Claustro de los Naranjos, cruzamos un chiflón, un pasadizo en curva, que es una reminiscencia de la arquitectura árabe.
Las jóvenes que llegan aquí después de haber estado en el Noviciado, habían decidido vivir su vida como monjas para el resto de su existencia.
Al final del chiflón, observamos una Cruz de Hierro. Esta conmemora el ingreso al siglo XX (1900-1901) y que fue colocada durante el priorato de Sor María del Niño Jesús y Gamboa.
En esa misma época el obispo de Arequipa, monseñor Manuel Segundo Ballón Manrique, hizo colocar la monumental Cruz de Hierro sobre la cima del volcán Misti (5 822 m.s.n.m,). Ofició la Eucaristía, al pie de ella, para los 97 peregrinos que lo acompañaron, el 21 de octubre de 1900.
A un costado, en la hornacina se encuentra la imagen que nos recuerda la parábola del Buen Pastor.

En el Claustro
de los Naranjos

El nombre de este claustro, como se puede ver, está asociado a la presencia de árboles de naranjo. Sin embargo hay que anotar que existe una marcada tradición en los monasterios de contar con un Claustro de los Naranjos. El simbolismo del azahar y del siempre renovado florecimiento del naranjo, es evidente.
En este claustro, al igual que en el de las novicias, se pueden apreciar cuadros que tienen una función catequética.
En el ángulo, en el primer cuadro de la serie, tenemos la explicación del leitmotiv de los otros 24.
Emblemas de amor divino
Son tan propios a tí esposa
Que es pensar en otra cosa
Pensamiento peregrino
Porque todo tu destino
En tu monial profesión
Fue aspirar a perfección
Y pues en este dechado
Os doy su libro estampado
Lee en él tu obligación
Aunque la lectura de este poema inicial nos releva de cualquier comentario es preciso remarcar que aquí, como queda señalado en estos cuadros, tenemos implícita la obligación de una monja. Esta obligación es la de perfeccionar su vida espiritual. La vida espiritual se perfecciona de forma similar como se hace con la vida material: con ejercicios.
En la Iglesia Católica los Ejercicios Espirituales más difundidos son los de San Ignacio de Loyola. En ellos se nos remarca la conveniencia de ser contemplativos en la acción.
Los Ejercicios Espirituales, en general, señalan tres caminos, tres vías para perfeccionar, para desarrollar la vida espiritual: la Vía Purgativa, la Vía Iluminativa y la Vía Unitiva.
En estos cuadros ubicados entre las arcadas, mediante el dibujo y también a través de las notas escritas, se desarrollan temas de la Vulgata, de la Biblia, que están dirigidos a lograr, en la meditación, el recorrido de las tres vías recomendadas por los místicos de la Iglesia.
Estas pinturas fueron realizadas por un artista no identificado, a mediados del siglo XVIII, y reparadas el 16 de julio de 1859 por el pintor Rafael Pareja, por celo y erogaciones de la Madre Priora sor María Josefa del Santísimo Sacramento de Cadena.
La temática de los cuadros corresponde a la obra clásica del medioevo titulada Pía Desideria o Deseos Piadosos de Hugo Hermman y, en ella se combinan textos del Antiguo y Nuevo Testamento con inspiraciones poéticas.
Las diversas restauraciones de estos cuadros han distorsionado las bellas imágenes plasmadas por el anónimo pintor del siglo XVIII.
Como se puede apreciar en los cuadros de la Vía Unitaria, al parecer, en algún momento se consideró poco adecuado el largo de los faldellines de los ángeles y se les alargaron los vestidos, alterando gravemente la calidad pictórica de los cuadros.

Ingresando a
la Primera Celda
Estamos en una celda de religiosa profesa. Apreciamos que esta cuenta hasta con cocina. Esto tiene más de una explicación.
Hagamos una composición de lugar, un esfuerzo por ubicarnos en el tiempo.
Durante el Virreinato, contraria a nuestras ideas de recato, de auténtico fervor religioso y de una moral muy rígida, la vía cotidiana fue distinta. Una prueba concreta es la presencia de las tapadas, forma solapada de mantener en secreto las liviandades de una sociedad pacata. Otra prueba está registrada en los libros de Bautismo en los que se aprecia un altísimo número de hijos naturales. De esta época datan estos ambientes, que reflejan un modo de vida.
Sin embargo el origen de estas celdas está vinculado con las destrucciones de la ciudad por los terremotos de 1600. El 19 de febrero de ese año Arequipa se vio destruida por un sismo a las 11 de la mañana y luego, a la una de la tarde, nuevamente barrida por un terremoto más violento que el primero. Lo que quedó en pie a las 11, dos horas después quedó en escombros.
Como si los males de la ciudad fuesen pocos, esa tarde, después de las cinco, el cielo se oscureció, el aire se azufró y se veían bolas de fuego surcar el firmamento. Había erupcionado a unos 60 kilómetros de distancia, el volcán Huaynaputina. Previamente, desde el 20 de enero hasta el 8 de febrero, sin interpolación alguna, las lluvias fueron intensas. El día previo al terremoto, la ciudad fue sacudida por unos 200 temblores, según han dejado constancia quienes vivieron la tragedia.
En años posteriores las destrucciones de Arequipa se repitieron, así como también las reconstrucciones.
Para entender como surge este tipo de celdas tenemos que recordar que, por lo general, las jóvenes religiosas al momento de profesar entregaban una dote, que varió de mil a dos mil cuatrocientos pesos, según la época.
Con esta suma se financiaba la permanencia de la religiosa en el Monasterio durante toda su vida.
Pero una suma de mil pesos sólo permitía o garantizaba esta permanencia, sin presiones o angustias económicas, diez años, es decir que al ritmo del costo de vida de la época se gastaban cien pesos por año.
Siendo el promedio de permanencia de enclaustramiento de 45 años, significa la necesidad de un fondo de 4 mil 500 pesos o, como en el caso de este Monasterio, se requería de un sistema financiero que cubriera la diferencia.
Este sistema fue el denominado Censo, que funcionaba en forma muy similar a la de nuestros modernos créditos hipotecarios.
Las religiosas o sus mayordomos prestaban el monto de la dote a las personas que lo necesitaban, las que se obligaban a pagar el interés normado por Real Cédula, garantizando el pago del principal, con una casa, un viñedo o un predio rural.
Durante los primeros veinte o treinta años de existencia de este Monasterio, las religiosas vivían en auténtica comunidad, aunque la autorización para la construcción personal de una celda tuvo su origen en el documento de fundación del Monasterio. En esa oportunidad se autorizó el ingreso de Quiteria de Berrío quien, a su costa, debía construir su celda.
Luego, se produjeron los terremotos y la erupción del Huaynaputina. Estos eventos telúricos arruinaron la economía del Monasterio, pues los censos producto del préstamo de las dotes, quedaron sin garantía prendaria, toda vez que tanto los predios urbanos y rurales se vieron dañados seriamente y consecuentemente perdieron su valor original.
En estas circunstancias y ante la imposibilidad de reedificar el monasterio, muchos padres y parientes de las monjas comenzaron a construir las celdas de ellas. Esto volvió a ocurrir después del terremoto de Santa Ursula en 1687. A consecuencia de ello las religiosas comenzaron a vivir, en pequeñas comunidades y en celdas como la que aprecian.
A las habitaciones así construidas, la Iglesia Católica las denomina celdas intrusas porque no siguen el patrón eclesiástico.
A veces, en estas celdas vivían dos o tres religiosas parientas entre sí. Lo hacían, junto a sus esclavas.
Sobre esta última afirmación es conveniente recordar que la esclavitud en el Perú recién fue abolida el 3 de diciembre de 1854, y por lo tanto no es extraño que algunas monjas de épocas anteriores tuvieran la compañía de su esclava, o que recibieran como parte de su dote, una esclava. Obispos, generales y presidentes tuvieron esclavos durante esa época.
A finales de 1854, el Secretario de Gobierno, el jurista arequipeño Manuel Toribio Ureta Pacheco presentó en Huancayo el Decreto que firmó don Ramón Castilla Marquezado y que abolió la esclavitud en el Perú.
En virtud de tal Decreto, del 3 de diciembre de 1854, quedaron libres 25 mil 505 esclavos y el Gobierno abonó a los propietarios de éstos, 300 pesos por cada uno de ellos, comprando así su libertad.
En América, México fue en 1810 el primer país que abolió la esclavitud y Brasil, el último en hacerlo en mayo de 1888. En Europa, Francia desterró la esclavitud después de 1851, aunque su sistema colonial y de vasallaje, como el de muchas otras potencias europeas, se prolongó hasta el primer tercio del siglo XX.
Así como las esclavas eran objeto de transacciones comerciales, las celdas también fueron objeto de venta entre las religiosas. El primer caso que se conoce documentalmente de la venta de una Celda corresponde a la efectuada el 30 de junio de 1632. En esa fecha la monja Ana Zegarra vendió su celda a la monja Ginesa de Mendoza en el precio de cincuenta pesos.
Cuarenta años después, el precio de las celdas registró una considerable alza. Eran comercializadas en 400 pesos.

De Profundis
Si usted da media vuelta, apreciará al fondo una gárgola, una chorrera, al lado de la cual, en el friso, está grabado en relieve el monograma de Jesús (JHS). Alrededor de éste se lee la frase: se izo este año de 1738, fecha que corresponde al de la conclusión de los trabajos de construcción de este claustro.
La obra fue ejecutada siendo presidenta y vicaria In Capite, sor Ignacia de la Cruz Barreda y obispo de Arequipa, Juan Cavero de Toledo. Esta religiosa que profesó en 1710, a los 17 años de edad, salió de este convento en junio de 1747 para fundar el monasterio de Santa Rosa.
Retornando la vista al interior de la Sala de Profundis que tiene la ambientación de una sala funeraria, para el velatorio de las religiosas muertas.
A salas similares, en otros monasterios se les denomina Capilla Miserere. En la Orden Dominica el Salmo De Profundis es rezado antes de las comidas.
En el Monasterio de Santa Catalina, para efectos del turismo, denominamos a esta habitación como Sala de Profundis, en una clara alusión al Salmo 129, que en latín empieza:
De profundis clamavi, ad te Domine;
Domine, exaudi vocem meam.
Fiant aures tuae intendentes
In vocem deprecationis meae.
Desde el abismo clamo a ti Señor,
escucha mi clamor,
que tus oídos pongan atención
a mi voz suplicante.
Este Salmo es un pedido de clemencia al Creador formulado por el pueblo de Israel cuando estaba cautivo en Babilonia.
Aquí por asociación lo vinculamos con el tránsito o el momento de la muerte. Indudablemente este momento es la última oportunidad que tiene cualquier persona para pedir clemencia a Dios ¿Verdad?
Observando con detenimiento las paredes de este ambiente, veremos que en algún momento estuvieron pintadas de color rojo. Color que dentro de nuestra simbología actual está referida a la vida, a la alegría, a la exuberancia, es decir, todo lo contrario lo que a nuestro entender es la muerte.
Este aparente contrasentido nos permite entender el porqué las religiosas llaman a la muerte: Tránsito; un tránsito entre una vida material y una vida espiritual.
El ambiente cuenta con dos porta cadáveres usados en los funerales.
Adosados a las paredes, hay un total de trece cuadros de religiosas. Doce de ellas tienen una característica común: tienen los ojos cerrados. Ellas fueron pintadas por los artistas después de muertas. Sólo una de las religiosas en este ambiente presenta los ojos abiertos. Se trata de sor Juana Arias, de quien nos ocuparemos más adelante. Ese óleo ocupa cronológicamente el segundo lugar en antigüedad. El primero de ellos fue realizado presentando a sor Ana de los Angeles Monteagudo y se encuentra en otro ambiente que visitaremos más adelante.
Algunas de las religiosas aquí representadas poseen una característica adicional: tienen entre las manos una palma, que alegóricamente representan el báculo, símbolo del mando prioral. Varias de las religiosas aquí retratadas fueron prioras del monasterio.
Otras adicionalmente, llevan un tocado. Están coronadas con flores, rasgo que se aprecia también en cuadros de otros monasterios latinoamericanos como símbolo de su observancia y piedad, según los estudios efectuados por la investigadora mexicana Josefina Muriel.
El tercer cuadro más antiguo referido a las monjas, es el primero que está colgado hacia nuestro brazo izquierdo y que pertenece a sor Juana de la Natividad de la Barrera. Fue hecho el 1 de diciembre de 1734. Ella tomó el hábito el 8 de 1686 a los 33 años de edad.
El último retrato en antigüedad, de esta serie, corresponde al que se observa a nuestra mano derecha y que nos muestra el rostro de sor María Dominga de San José de Nuestra Madre Santa Catalina y Aranibar, pintado el 14 de junio de 1884. Esta religiosa fue muy observante de la Regla y Constituciones. Se distinguió en la devoción a Nuestra Señora de los Dolores y padeció una enfermedad en el pecho (siete llagas) las que sufrió con suma paciencia.

Calle Málaga
Estamos ingresando a la calle Málaga. En el monasterio hay seis calles, un pasaje y una plaza, además de tres claustros.
La escalinata de sillar a un costado de la Sala De profundis, lleva a una pieza con cubierta de bóveda en el segundo piso, cuya estructura, transversal a las bóvedas sobre que se edificó, se encuentra dañada.
Los nombres de las calles existentes en el monasterio son denominaciones relativamente modernas. Corresponden a una fecha alrededor de 1940, cuando el ex Rector de la Universidad Nacional de San Agustín, don Carlos Diego Gibson, visitó este monasterio con permiso especial. Él, en 1941, obtuvo las primeras fotografías del interior del cenobio, que a la postre determinó la declaración de Monumento Histórico que ostenta Santa Catalina.
El doctor Gibson, quien había visitado España, al recorrer las calles del monasterio las asoció con características de algunas ciudades hispanas exclamando: Esto se parece a Málaga ... esto a Sevilla ... esto a Granada ... y desde esa fecha las calles tienen nombres de ciudades españolas.
La visita del doctor Gibson al interior de la clausura fue originada por el deseo de oponerse a un proyecto que desde mayo de 1939 se debatía en el seno del municipio de la ciudad.
Se pretendía prolongar una calle de la ciudad, dividiendo en dos el monasterio. El proyecto sustentado por el ingeniero Miguel Irriberry, siendo alcalde el doctor Ernesto Portugal finalmente fue rechazado; sin embargo, en 1946, las religiosas cedieron una faja de terreno para la ampliación de la calle Zela, en el sector norte el monasterio.
Los nombres que están inscritos en las portadas de las celdas, en los dinteles, corresponden a destacadas religiosas de los siglos XIX y XX y que han sido grabados recién en 1970, cuando el monasterio fue puesto a disposición del turismo, con el fin de recordar a prioras y religiosas notables. En esta calle recordamos en las celdas a las madres Dolores Llamosas y Manuela Gamboa.

Celda: Madre Dolores Llamosas
(Calle Málaga)
Como hemos apreciado, todas las celdas lucen los mismos elementos: una hornacina, una alacena y un arco. Sin embargo, visitaremos muchas de ellas para apreciar algunos rasgos especiales y distintivos.
En esta, por ejemplo, notamos la presencia de una silla de ruedas que nos lleva a pensar en enfermedades. Sobre ellas trataremos más adelante, en la calle Toledo. Ahora nos limitaremos a destacar, en la cocina, la presencia de un horno pequeño hecho de barro.
El horno nos hace recordar de inmediato que las religiosas de Santa Catalina fueron muy famosas en la preparación de pasteles, panecillos, tortas, bizcochos, etc.
Justamente con el producto de la venta de éstos, las religiosas de este monasterio podían sufragar los gastos de sus obras pías. Así nos deja conocer el testimonio de las escritora francesa, de ascendencia arequipeña, doña Flora Tristán, en 1834.
Por ejemplo, sor Ana de los Ángeles Monteagudo, devota de San Nicolás de Tolentino y de las Ánimas del Purgatorio, sufragaba los gastos que ocasionaban la fiesta o las Misas de Sufragio que disponía, en uno u otro caso, con las limosnas que recibía por su trabajo de repostería.

Los tres pilares
Los tres pilares o columnas exentas ubicadas al final de la calle Málaga, rompen la armonía del conjunto y con seguridad nadie, seriamente, puede afirmar para qué servían.
Sin embargo, estando en un monasterio católico no podemos dejar de relacionar todo con la vida de Cristo. En este afán recordamos que las columnas se están presentes en la vida de Cristo, justamente en el momento de su flagelación.
Las religiosas de Santa Catalina, de acuerdo a la ascética de la época, muchas veces han mortificado su cuerpo, especialmente en aquel momento reservado para su revisión de vida y que se conocía como el Capítulo de Penas y en tiempo de Cuaresma.
En torno a la ascética litúrgica, dura y exigente que llevaron las monjas de este cenobio, trataremos más adelante cuando visitemos las calles Córdova y/o Toledo.
Otra alternativa para explicar estas columnas, tal como se ha ambientado la zona después de 1990, es la posibilidad de que estuviera cubierto con un tumbadillo y que sirviera de solario, teniendo en consideración que frente a la zona funcionaba una enfermería.

Sala Zurbarán
Nos encontramos frente a la llamada Sala Zurbarán. Sobre el dintel de la puerta se halla grabado el estema ("stemma") de un obispo, con las respectivas insignias eclesiásticas.
El estema probablemente perteneció a Pedro de Ortega y Sotomayor, sexto Obispo de Arequipa, quien sufragó los gastos que originó la construcción de una enfermería y otros edificios del convento, durante el priorato de sor Ana de los Angeles Monteagudo, a mediados del siglo XVII. El ambiente se distingue por los diez arcos para camastro que presenta.
Hemos señalado que la vida de perfección de una religiosa se sustenta en tres columnas: Silencio, Oración y Trabajo.
El silencio quedó graficado en el parapeto, al comienzo de nuestra visita. La Oración quedó patentizada en las pinturas de los claustros del Noviciado y de los Naranjos.
Ahora, aquí, apreciamos el trabajo de las religiosas de Santa Catalina. Ellas, actualmente continúan fabricando su famoso jabón de perejil, recomendable por la cosmética para el cutis graso, el tratamiento del acné y para evitar las manchas.
También, las religiosas catalinas continúan fabricando la crema de rosas, empleada para solucionar los problemas del cutis seco y las arrugas así como para el cuidado de las manos.
Igualmente las religiosas se encargan de fabricar las hostias que se utilizan en la consagración Eucarística. Todos los elementos de la fábrica de hostias fueron importados de Alemania en 1955, siendo priora sor María Isabel de San Miguel y Díaz.
Hace dos siglos, nuestra religiosas efectuaban trabajos de pasamanería y encarchado con cañutillo, es decir, preciosos bordados con hilos de oro y plata, como los que vemos en las estolas y casullas. El delicado trabajo nos muestra diversas texturas para el Cordero Pascual, los pétalos de rosa, las hojas, el Libro de los siete sellos, etc.
Aunque el bordado a mano va desapareciendo, las religiosas de Santa Catalina, continúan realizando algunos trabajos, como el manto de la imagen de la Virgen de Chapi, que lució durante su coronación por el papa Juan Pablo II, en 1985.
En este ambiente también apreciamos fina vajilla de porcelana inglesa, de Flandes y Sevres, europea en general, que las religiosas trajeron para su uso personal, al momento de su ingreso.
El plato que presenta un árbol de hojas redondas y especie de pagodas orientales, es de manufactura inglesa y el modelo se denomina "Window Patterns".
Una de las pinturas más importantes de este ambiente, es sin duda el Niño Jesús, que según dicen los que dicen que saben, corresponde al pincel de Bartolomé Esteban Murillo, pintor español del siglo XVII.
En este ambiente también tenemos uno de los más bellos bargueños del monasterio. Es un mueble con muchos cajoncitos y un nicho es decir una especie de pequeña hornacina al centro del conjunto. El bargueño es un mueble del clásico español.
A un costado se encuentra el cuadro del octavo obispo de Arequipa, fray Juan de Almoguera, un trinitario descalzo quien gastó más de cinco mil pesos para edificar la iglesia de Santa Catalina, los dormitorios y perfeccionar el cerco que dejó iniciado su antecesor.
La impresión de su Instrucción a Curas y Eclesiásticos fue calificada de ofensiva al Rey, por lo que en la Corte española sólo se le conocía como el Obispo del Libro. Al estar vacante la sede episcopal de Lima, la reina doña María Ana de Austria, viuda de Felipe IV que gobernaba el reino lo presentó para tal cargo en consideración a su antigüedad y sus méritos.
En el lugar central y más destacado del ambiente tenemos el cuadro del Arcángel San Miguel que se afirma fue pintado siguiendo los cánones del clérigo español Francisco de Zurbarán. Avala esta afirmación la disposición de los ojos, que dan la impresión de seguirnos hacia donde nos movilicemos, como consecuencia de haber sido pintado, el cuerpo, en posición de tres cuartos, es decir con un leve giro hacia un costado.
En realidad la pintura bien puede ser obra de algún lejano discípulo del maestro Zurbarán o de un copista mestizo. La presencia de una alegoría, simulando un dije en el bastón del Arcángel, sugiere esta posibilidad.
Francisco de Zurbarán (1598 - 1664), pintor de monjes y santos, trabajó a partir de 1645 casi exclusivamente para conventos de América Latina, razón por la que se lo recuerda en este ambiente.
Igualmente en esta sala apreciamos imaginería de Huamanga y del Cusco, de gran valor artístico y económico.
Las imágenes del Niño Jesús o del Manuelito (Dios con nosotros), fabricadas en el Cusco, tienen una singular característica: cuentan con paladar, que puede ser de vidrio, espejo o plata.
Sobre la pared, encima de estas imágenes, observamos un cuadro de la llamada Escuela Cusqueña. Esta escuela pictórica se caracterizó por ser imitativa antes que creadora y por el estofar en pan de oro.
Sus comienzos están vinculados al arribo de los jesuitas al Perú. Ellos llegaron el 1 de abril de 1568 y tres años después se instalaron en el Cusco.
Para adornar los templos y colegios que fundaron, trajeron a uno de los tres famosos pintores que influyeron en la pintura mestiza peruana: Bernardo Bitti, Hermano Coadjutor Jesuita, que estuvo en Arequipa a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Los otros dos son: Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.
En 1618, los jesuitas fundaron en el Cusco dos colegios reales: el de San Bernardo y el de San Francisco de Borja, este último destinado a la educación de los hijos de los caciques incas. Allí los niños y jóvenes incas aprendieron, entre otras cosas, a apreciar, en estampas, obras pictóricas de maestros italianos, holandeses y europeos en general.
Por esos mismos años, el más importante pintor de la Escuela Cusqueña: don Diego Quispe Tito, comenzó a pintar. Quispe Tito empezó reproduciendo obras de arte religioso de maestros holandeses. Posteriormente su arte será más propio, de verdadera composición, tal como se aprecia en las obras atribuidas a él: Carroza con la imagen de Sebastián y Procesión del Santísimo Sacramento que se exhiben en el Cusco o en la obra Adoración de los Reyes Magos que se exhibe en esta misma sala, colgado sobre el bargueño, al frente del lugar en que ahora nos encontramos.
El cuadro que observamos, de San Jerónimo Penitente podría corresponder a la primera fase de la obra de don Diego Quispe Tito: la imitativa.
Según refieren los que dicen que saben, los cuadros de este gran pintor mestizo son identificados porque pinta sus cuadros como una superposición de escenas planas y por la presencia de rosas, sombreros, cinco aves, ríos y sobre todo, por los fondos en los que presentaba castillos medioevales que, obviamente, no conoció directamente y que los copiaba de obras de autores holandeses. Teniendo en cuenta éstas características, este cuadro podría ser obra del más importante exponente de la Escuela Cusqueña.
En el siguiente arco apreciamos más vajilla inglesa, de Sevres, europea en general, que las religiosas usaron durante el siglo XIX.
Avanzando, apreciamos vajilla más cercana a nuestros días, donde la presencia de floreros del estilo rococó y romántico, nos hace sentir la influencia francesa, principalmente.
Un cuadro interesante es el que se encuentra adosado entre los arcos y que presenta la coronación de la Inmaculada Concepción por la Santísima Trinidad. Este icono en su punto central más alto presenta a San Miguel Arcángel con su lema: ¿Quién como Dios? en su calidad de protector de la Iglesia. La Trinidad es representada por tres personas de idénticas características. Es importante recordar que el Concilio de Trento, prohibió este tipo de representación de la Trinidad. Alrededor del motivo central del cuadro se presentan las imágenes de diversos santos fundadores de órdenes religiosas y también la de Santa Rosa de Lima.
Dos bellas opalinas destacan nítidamente entre el conjunto. Estos floreros y otros más eran utilizados por las monjas el Jueves Santo, en el adorno del monumento Eucarístico que tradicionalmente se levanta en los templos, conmemorando la última Cena y la institución de la Eucaristía.
En el mismo arco se distinguen tres estatuillas que representan alegóricamente a los Evangelistas, faltando únicamente la correspondiente a San Mateo.
Así mismo se aprecia un bello juego de Té con filos de oro que en 1820 trajo para su uso sor Carlota de Nuestra Señora de los Dolores del Carpio y Quevedo. Ella era hija del Teniente del Intendente de Puno.
En el último arco vemos las sacras y un trono para la Exposición del Santísimo Sacramento en la custodia o para la instalación de un relicario, como el que se aprecia y que probablemente formó parte del Altar de la Capilla de Noviciado. Está realizado en plata repujada.

Celda sin nombre
en la calle Málaga
Las religiosas de Santa Catalina, siempre han demostrado un criterio práctico, desprovisto del sentido de la suntuosidad. Ello explica no sólo el uso diario de la vajilla fina, sino también la conversión de esta bella arquería en una cocina. El sentido práctico está por encima de lo estético y suntuario.
Saliendo, a la izquierda, en el mismo conjunto
En esta celda apreciamos dos arcos, como sabemos, destinados a albergar camastros. Como ven, uno de ellos es más pequeño. Esta circunstancia, nos permite hablar de situaciones concretas, poco conocidas en la historia del Monasterio.
La primera: que el Monasterio, a partir de 1600, admitió para educar a niñas de seis años, algunas de las cuales llegaron a ser religiosas.
La mayoría de esas niñas, luego de haber aprendido algunos actos de piedad, algún tipo de afición de una buena dama, como el tejido, el bordado o el canto, salían del claustro y se casaban. Esas niñas, generalmente eran internadas cuando tenían seis años, permaneciendo en el monasterio hasta los doce.
La mujer, en siglos pasados, era casada muy joven. Lo hacían a partir de los doce años, en razón de una vieja tradición judeocristiana, pues a los doce años se alcanzaba la mayoría de edad, tal como ocurrió con Jesús.
Con la admisión de internas, las religiosas resolvieron los problemas económicos y de hambre que no podía solucionar la alhóndiga de la ciudad, que en algunas ocasiones las socorrió.
La segunda: un hecho concreto, el de una mujer que ingresó como monja trayendo a su hija al Monasterio. Al parecer, ella fue una confesa. Se trató de Beatriz Arana, hija del rico encomendero de Cochuna (Moquegua), Hernán Bueno.
Beatriz de Arana, en 1587, cuando decidió ser monja, tenía dos hijos: un hombre y una mujer. El hijo hombre quedó con su abuelo y la hija, identificada como Isabel de la Barrera o Isabel Vizcarra, acompañó a su madre en el convento.
Isabel, al momento de entrar junto a su madre tenía cinco años y permaneció en el monasterio hasta que tuvo doce, edad en que contrajo matrimonio en Moquegua, con el Capitán Diego Fernández Maldonado.
¿Era posible que una mujer casada fuese monja? La respuesta es afirmativa. Sólo tenía que cumplir con algunos requisitos como el que contase con el permiso de su esposo, quien no podía contraer nuevo matrimonio; que de tener hijos éstos no la necesitasen materialmente, y que, el Obispo diese su conformidad y autorización.
Un caso concreto de esta situación fue el de María de Herrera. Su marido, Sebastián López, el 29 de diciembre de 1596 dio la correspondiente dote de 600 pesos para que ingresase como monja en Santa Catalina.
Ahora esta posibilidad ha sido prohibida expresamente por el Código Canónico, vigente desde el 27 de noviembre de 1983, mediante el canon 643.
Además de las dos realidades anteriores, debemos señalar que hubo niñas en el monasterio de Santa Catalina, por la presencia de las hijas de las esclavas, así como por las niñas que muchas veces fueron abandonadas en los tornos del cenobio por sus madres y, también, por la presencia de las hijas de las seglares que se refugiaban en el cenobio.

Saliendo al Claustro de los Naranjos
Las tres cruces que están ubicadas en medio del Claustro de los Naranjos, simulando el Gólgota, forman parte de una tradición del Monasterio de Santa Catalina de Sena. Desde su fundación hasta nuestros días, las religiosas aquí escenifican el Descendimiento de la Cruz y una procesión el Viernes Santo.

Ingresando a
la Calle Córdova

Estamos en la Calle Córdova. Es la calle que tiene construcciones antiguas y también las más modernas. A mano izquierda está la nueva clausura del Monasterio de Santa Catalina, razón por la que afirmamos que esta calle tiene las construcciones más modernas. En el ambiente de esta nueva clausura, desde el 26 de julio de 1970, las religiosas continúan observando el mismo tipo de clausura y de vida de claustro, como hace cuatro siglos.
La nueva clausura se construyó entre 1968 y 1970 a un costo de siete millones y medio de soles, inversión que obligó a solicitar permiso de la Santa Sede. El nuevo edificio fue levantado sobre los terrenos de una enfermería que estuvo funcionando a partir del 11 de mayo de 1917, siendo priora Sor Rufina del Santísimo Sacramento y Uría.
Como se ha señalado, aquí permanece inalterable la clausura papal, siguiendo el Decreto Perfectae Caritatis del Concilio Vaticano II.
Al momento tras esos muros hay una treintena de religiosas. En los últimos años hay un florecimiento de vocaciones para religiosas de clausura.
Este hecho es un signo positivo, pues la vida religiosa constituye un padrón infalible para medir el nivel espiritual del pueblo. Por ello también, muchas veces cuando se quiere atacar la fe de una población, lo primero que se combate o se cuestiona es la función y utilidad de los claustros de las religiosas de vida contemplativa.

Al pie del
arco y la reja
(Calle Córdoba)

Si damos la vuelta y observamos sobre el techo del zaguán que une el claustro de los Naranjos con esta calle, podemos apreciar la existencia de alacenas en las paredes, que pertenecieron a celdas de un segundo piso, que allí existieron.
A un costado, podemos observar a través de la reja parte del Claustro Mayor. En el friso de la estructura que se aprecia desde este punto, se observa unas interesantes molduras alegóricas de la Sagrada Familia.

Primera celda
de la calle Córdoba

En este sector, donde se encuentran las viejas construcciones de la calle Córdoba, lo primero que se aprecia en esta celda, es la cocina con sus cacharros y, luego, dos ambientes. Uno de ellos, con un arco más amplio para camastro y el otra con un arco más pequeño.
En el primer ambiente de la celda se nota claramente el encanto de las puertas de las alacenas, bellamente talladas.

Segunda celda
de la calle Córdoba

Esta celda es la última que fue abierta al público, luego de refaccionarse. También fue la última de las celdas que fueron desocupadas por las religiosas.
En las alacenas vemos algunos instrumentos que coadyuvaron a la dura ascética que practicaron las religiosas, para ejercitarse en la virtud, mortificando su cuerpo.
El cilicio, especie de cinturón fabricado en alambre, con púas romas, estuvo destinado a la mortificación del cuerpo. La religiosa lo usaba generalmente en la cintura, aunque también se podía usar alrededor del muslo.
Sobre el uso de estos elementos, es fácil criticar, e incluso catalogar psicológicamente a quienes lo usaban. Pero para entender el porqué del uso de esos elementos, es necesario un poco de sensibilidad histórica y de compresión humana y espiritual.
También convendría recordar que estos elementos estaban destinados a facilitar tres beneficios a quienes lo usaban. Para obtener similares resultados, nosotros, los hombres de este siglo, adoptamos actitudes semejantes a las que practicaban las religiosas.
Las diferencias entre sus prácticas y las nuestras están en que ellas las aplicaban a su cuerpo, en cambio nosotros las hacemos en el nuestro y en el del vecino, y que mientras las religiosas estaban conscientes del motivo por el que ejercían sus prácticas, muchas veces nosotros lo hacemos como consecuencia de una reacción hepática.
Según San Ignacio de Loyola, son tres las razones para el uso del cilicio y la disciplina: Para satisfacción de las faltas pasadas; para pedir y obtener una gracia o beneficio, y para someter la sensualidad a la razón.
En la vida diaria, nosotros realizamos prácticas semejantes por razones parecidas a las señaladas.
Por ejemplo, muchas veces los padres de familia reprenden severamente a sus hijos por sus faltas cometidas. En otros casos, hacemos grandes esfuerzos, como la devota práctica de llegar a pie al Santuario de Chapi, distante 60 kilómetros de nuestra ciudad, para solicitar algún favor o "milagros" a la Virgen María. O también, por ejemplo, las damas aplican doloroso pellizcos a su pareja cuando ésta, atraída por los encantos de otra dama, la persigue con la mirada, sometiendo la sensualidad de su pareja a la razón.
En la alacena, se observa un devocionario del siglo XVIII, que recuerda el tipo de prácticas religiosas de las monjas de Santa Catalina.
Al frente, sobre la pared se observa un cuadro bordado. Es un reloj de meditación sobre la pasión de Jesús. Fue realizado por Sor Manuela de los Ángeles Gutiérrez, quien a los 24 años profesó como monja, el 30 de octubre de 1859.
Este reloj está elaborado con lentejuelas y con textos impresos en tela. Es interesante recordar que la primera imprenta funcionó en Arequipa en 1821 y que fue construida por Jacinto Ibañez.
Una nota escrita, adosada al pie del cuadro, recuerda la presencia del cuarto Delegado Apostólico, monseñor Serafino Vanutelli. Él fue arzobispo titular de Nicea y Delegado Apostólico en Ecuador y Perú entre 1869 y 1875. También fue el primer representante pontificio residente en el Perú.
El reloj de meditación tiene la particularidad de señalar en su esfera las 24 horas haciendo corresponder los dos extremos centrales, a las 8 de la mañana en la parte superior y a las 8 de la tarde en el semicírculo inferior.
Los momentos cumbres de la pasión del Señor Jesús están señalados allí, en la hora de Arequipa, descontada la diferencia de hora con Jerusalén.
Así observamos que en el punto más alto del círculo corresponde al momento más importante de la Pasión, es decir a la Redención de la humanidad con la muerte del Señor Jesús y que se expresa en los versos:
Aquí murió el Redentor,
el sol, la luna y el cielo
se obscurecieron de dolor.
Todos muestran desconsuelo.
En el otro extremo del círculo la meditación se refiere a las negaciones de Pedro, que es el momento en que la futura Iglesia representada por este apóstol cae por debilidad.
Este momento lo expresa en los versos:
Aquí le negó San Pedro.
Tres veces lo repitió.
No acordaba que su maestro,
así lo pronosticó.

A las 4 de la mañana la meditación señalada en verso dice:
Aquí lo crucificaron /
los judíos y sayones. /
Y en la cruz lo clavaron /
en medio de dos ladrones.
En el otro extremo del reloj, a las 4 de la tarde los versos de la meditación dicen:
Si de la cruel bofetada
cae mi Jesús al suelo,
¿Cómo pudo tolerar esta injuria
todo el cielo?
A la una de la tarde, hora de Arequipa, que corresponde a las 8 de la noche en Jerusalén la meditación nos dice:
Aquí Jesús instituye
el sacramento de amor.
Se convierte en pan y vino
por amor al pecador.
Y a la una de la madrugada en Arequipa, ocho de la mañana en Jerusalén la meditación dice:
Atado a una columna,
como mansísimo cordero
decargan crueles azotes
en su santo cuerpo y bello.
En esta misma habitación observamos la presencia de una lámpara de aceite, circunstancia que nos permite recordar que, en 1862, la ciudad de Arequipa era alumbrada por 642 candiles de aceite. Antes, en 1834, existía una disposición por la cual cada propietario debía poner una linterna delante de su puerta so pena de multa. Este tipo de alumbrado se generalizó en el siglo XVIII.
En 1876, y hasta 1880, las calles arequipeñas fueron iluminadas por 700 faroles de gas. Entre 1880 y 1898, la iluminación se realizó basándose en kerosene, y recién a partir del 1 de noviembre de 1898, mediante electricidad. En el mundo las primeras farolas de aceite alumbraron las calles de Londres en 1681 y, experimentalmente el boulevar de Los Italianos fue iluminado por electricidad con lámparas de arco en 1881.
En el interior del monasterio de Santa Catalina el alumbrado primero fue con aceite, luego con kerosene y finalmente con electricidad.
En la alacena, de la celda interior, observamos diversos frascos que fueron hallados en el monasterio. Uno de ellos lleva el rótulo de almáciga, es decir que sirvió para guardar la resina traslúcida, amarillenta, y aromática en forma de lágrimas denominada con ese nombre y otro, muy singular que tiene como etiqueta la palabra pulguera. La etiqueta nos releva de todo comentario, salvo aquel que nos permite recordar la anécdota de Santa Rosa de Lima que evitaba matar a cualquier bicho, entre ellos los molestos mosquitos.

Celda en camino
a la calle Toledo
Terminando la calle Córdoba, ingresamos a la calle Toledo, donde visitamos una celda considerada como parte de la antigua ciudadela.
Se llama ciudadela a esta zona, por la presencia de celdas, como esta, que por sus características arquitectónicas nos recuerdan a las primeras construcciones de Arequipa. En ellas fue común el uso del techo o cubierta a dos aguas, con tejas y, paredes anchas y bajas de barro o de sillar.
Es bueno recordar que el sillar comenzó a ser usado en bóvedas recién en el siglo XVII, y que en la primera etapa de la arquitectura arequipeña los muros eran de cal y canto, portadas de sillar y cubiertas de par y nudillo con paja primero y luego con teja en la techumbre.

Primera celda
de la calle Toledo

El monasterio de Santa Catalina, más que una ciudadela amurallada o, una ciudad dentro de la ciudad, es el gran museo de la vida cotidiana de cuatro siglos de la historia de Arequipa.
Observemos, por ejemplo, el techo a dos aguas. Aquí tenemos la forma constructiva de cubiertas, de los años inmediatos a la fundación de la Ciudad: unos tijerales de par y nudillo, soportan una estera tejida de caña brava y sobre la cual, los artesanos de la época, adosaban barro, paja y tejas.
Al lado, como parte de la ambientación de la habitación protegida por rejas, se ha instalado un Nacimiento y elementos para la celebración Eucarística: atril, misal, patena, cáliz y matraca.
En el conjunto se aprecia igualmente la solución arquitectónica que se empleó para iluminar las habitaciones a pesar del uso de lunetos, ventanas pequeñas. Aquí, la ventana abocinada opera como colectora de luz.
Daños por terremotos
En el claustro del Noviciado señalamos que el tirante, de gran difusión en las construcciones tawantisuyanas y, el arco, predominantemente de uso occidental, fueron la solución arquitectónica que se empleó para resistir a los sismos.
Hoy, las soluciones estructurales son diferentes, pero podemos apreciar que las antiguas aún resisten a los terremotos. El tirante y el arco que vemos al fondo, han resistido más de cinco sismos fuertes desde 1958, en que las paredes quedaron destruidas.

Segunda Celda
en la calle Toledo

Ingresamos por la puerta de servicio. En la arquitectura civil arequipeña, como en la hispana, la puerta del costado, en sus dimensiones más pequeña, estaba destinada a la servidumbre. Se afirma que era más pequeña, para obligar a bajar la cabeza en señal de sumisión.
Indiscutiblemente, lo más saltante de esta celda es la presencia de la bóveda, que ha sido reparada, manteniendo su característica general, de ser una bóveda de rincón de claustro.
La amplitud de la celda, su iluminación natural y ventilación, nos permiten imaginar la existencia, en este monasterio, de la primera escuela gratuita donde se instruyó a las niñas pobres de la ciudad.
El funcionamiento de tal escuela se remonta a los primeros años de la República, por lo menos, según el testimonio de doña Flora Celeste Teresa María Tristán Leysne. Ella, la abanderada escritora de la liberación femenina, de la primera mitad del siglo pasado, vivió en este cenobio durante seis días, en abril de 1834.
La educación fundamental de las mujeres en el siglo XIX estuvo vinculada a los rudimentos básicos de la lectoescritura y el cálculo. Las labores de la cocina, del bordado y del tejido ocuparon la mayor parte del tiempo de la escolaridad.
Igualmente y con preferencia, la mujer recibía una educación especial en las normas morales y piadosas de la Doctrina Cristiana y en aspectos de música.
Para las religiosas la música tuvo tan especial importancia que la podemos apreciar en cuatro momentos, en este monasterio.
En los primeros años de su funcionamiento, cuando aún el número de religiosas era reducido, éstas empleaban 500 pesos cada año, para pagar los servicios del maestro Juan Catano, quien les enseñaba a cantar.
Luego, como en diversos momentos de la vida del monasterio se aprecia el apego de las monjas por la música. En 1663 llegaron a recibir como religiosa sin dote, a una huérfana llamada Isabel María, por el hecho de ser música y bajonera.
Igualmente, al año siguiente fue admitida la joven Gabriela Diez, a la que se le otorgó una rebaja de 1 200 pesos en la entrega de su dote, por haber estudiado órgano y entregar uno, que estaba fabricando el artesano Pedro Guamán.
Por su parte, en 1714, Rosa de la Concepción, hija de padres no conocidos, ingresó como monja sin tener que entregar dote, propinas, piso y otros cargos. Incluso el convento le dio una casa para que viva, porque ella había supervisado la construcción del órgano que había construido Carlos Andía, quien posiblemente fue su padre natural. Este órgano tuvo siete registros y era uno de los mejores, según afirmó Silvestre, el maestro organista de la Catedral arequipeña.
Un singular momento en que se aprecia el apego por la música, en el monasterio de Santa Catalina, es el que se registra en 1788, con motivo de las disposiciones de reforma dadas por el ilustrísimo doctor Pedro José Antonio León Chaves de la Rosa Amado y Galván, obispo de Arequipa.
Él prohibió que hubiese música de contrapunto, arias, etc. acompañada de violines por los abusos que se notaron durante la calenda de Navidad y otras funciones.
El testimonio de Flora Tristán, quien buscó refugio en el monasterio de Santa Catalina durante el ataque de San Román a Arequipa, el 1 de abril de 1834, remarca la importancia que daban las monjas a la música.
Ella en el segundo volumen de su obra Meditaciones de una Paria al recordar su primer día en el monasterio dice:
La superiora había ordenado para por la tarde un concierto en su pequeña capilla y allí escuché una magnífica música compuesta, con los más hermosos pasajes de Rossini. Fue ejecutada por tres jóvenes y lindas religiosas, no menos dilettante que su superiora. El piano provenía de manos del más hábil fabricante de Londres y la superiora había pagado por él cuatro mil francos.
Detrás de este ambiente hay un mechinal o chiribitil, que probablemente sirvió de habitación para algunas niñas.

Celda: madre
Dominga Somocurcio
(Calle Sevilla)
Esta celda, que se encuentra en la calle Sevilla, es quizá, una de las más bellas, por su disposición y el colorido que la rodea. La religiosa cuyo nombre se ha dado a esta celda, vivió a mediados del siglo XX e ingresó como religiosa, siendo viuda. Es decir, ella fue una confesa.
En la cocina de esta celda apreciamos la decisión utilitaria de las religiosas de Santa Catalina. Ellas en algún momento necesitaron espacio para dos hornos y utilizaron, para instalarlos, los arcos destinados a camastros.
En este ambiente también observamos una muela o piedra de molino, de aceña, que nos permite recordar que María de Guzmán, la primera pobladora, entregó, como parte de su dote monacal, la cuarta parte de un molino de agua, mejor dicho, del primer molino que se construyó en Arequipa. Ella lo heredó de su difunto esposo, Diego Hernández de Mendoza, y éste, de su padre quien lo mandó construir en 1541.
La afirmación que el monasterio es el museo de las cosas cotidianas, queda confirmada una vez más aquí. Durante muchos años no se tenía una fecha referencial para la confección, en Arequipa, de urnas con espejos grabados. Gracias a que el artesano que construyó la urna que se aprecia aquí, usó papel escrito para adosar el espejo a la madera, se puede inferir que este tipo de trabajos se realizaba a comienzos del siglo XIX, por lo menos, en fechas cercanas al 24 de mayo de 1814.
En este ambiente, apreciamos, igualmente, un arcón que nos permite conocer algo más sobre la economía del monasterio.
Como señalamos en la primera celda del claustro de los Naranjos, las religiosas, por lo general, entregaban una dote que les permitía vivir en la clausura sin ser una carga económica para nadie.
Durante los primeros cien años de vida del monasterio, los aspectos económicos de éste fueron administrados por el Cabildo de la Ciudad, a través de los mayordomos que nombraba cada año.
Luego, con la eliminación del patronazgo de la ciudad, la administración corrió a cargo de las propias religiosas con el apoyo de Síndicos que ellas, conjuntamente con el Obispo, elegían.
Precisamente, un arcón como el que se exhibe en esta celda permitía a las religiosas, a partir de 1788, que se guardasen los pesos de oro, las barras de plata y los documentos que garantizaban el pago de los censos.
El monasterio tuvo dos arcones similares. Uno destinado a los caudales de la comunidad y el otro a las propiedades individuales de las religiosas.
En ambos casos, los arcones tienen tres llaves, las que se distribuían entre la Priora, la Ecónoma y una religiosa elegida entre las demás monjas, de tal suerte que para abrir el arcón se requería el previo acuerdo de las tres, garantizando así la seguridad de los caudales.
Empleaban pues, un principio de seguridad que ha llegado hasta nuestros días, pero en algunos casos sin la garantía de antes. Así, por ejemplo, durante muchos años y, hasta hace poco, copiamos este principio de seguridad, en nuestros billetes. Ellos llevaban tres firmas, como si fueran llaves de seguridad.

Acequia
Este canal es una acequia. Arequipa, desde su fundación y hasta finales del siglo XIX, ha tenido como troncales de servicio de agua y desagüe a siete acequias. El centro de la ciudad recibió agua de la acequia llamada San Jerónimo, que tuvo su origen en la acequia collagua llamada Coa.
Todas las ciudades tuvieron, en el pasado, el sistema de acequias para la conducción del agua. Estas estuvieron primero en medio de las calles y luego, a los costados de ellas. En 1834, Flora Tristán, al describir las calles de Arequipa decía: En medio de cada una de ellas corre una acequia, tal como muestra una fotografía captada a mediados del Siglo XIX.

Tercera celda
de la calle Toledo

Conforme pasó el tiempo, las necesidades de contar con el servicio de agua en los domicilios se hizo patente, surgiendo como solución las llamadas pajas de agua. Éstas, eran simples canaletas que conducían el agua al y en el interior del domicilio. En esta celda, se aprecia una de las pajitas de agua.
Pero, como dice la conseja popular: no todo lo que brilla es oro. Este progreso generó también dificultades. En este caso, enfermedades.
¿Se acuerdan de la silla de ruedas para trasladar enfermas?. Bien. Arequipa durante los meses de mayo a julio, presenta un clima seco y frío. El sillar, por ser de color blanco no concentra el calor. Por el contrario, lo rechaza. Las bóvedas altas, como la que se aprecia en este ambiente, colabora con la acentuación de la sensación de frío.
Si a ello se agrega la presencia de agua circulando todo el día dentro de la celda, tendremos todos los ingredientes necesarios para las enfermedades bromcopulmonares y también para agravar las afecciones reumáticas y artríticas. Este tipo de enfermedades, muchas veces, incapacita a la persona para caminar.

Celda: Madre
Cipriana Centeno
(Calle Toledo)

La religiosa que se recuerda en esta celda Cipriana de San Francisco de Paula y Centeno fue muy observante del voto de pobreza. Tomó el hábito el 9 de noviembre de 1943 y murió el 2 de junio de 1895.
El uso de la llamada pajita de agua fue algo normal y corriente. En esta celda fue canalizada y cubierta, como se aprecia.
En las alacenas, podemos apreciar diversos elementos de uso en este monasterio. En la primera se aprecian diversas variantes de cilicios y de disciplinas.
En la otra, apreciamos una serie de frascos utilizados para preservar elementos de la farmacopea del siglo XIX.
Así mismo, vemos dos tipos diferentes de planchas para desarrugar los vestidos. Una de ellas, debía ser calentada directamente por una cocina o un fogón, y la otra, podía mantener el calor requerido mediante la combustión del carbón en su interior.
En la habitación contigua y antes de llegar a la cocina, se aprecia un segundo arcón, similar al que vimos en la calle Sevilla en la celda Dominga Somocurcio. Recordemos que uno de los arcones servía para guardar los caudales del monasterio y el otro para custodiar los bienes privados de las religiosas. Ambos contaban con tres llaves, como seguridad.

Cementerio
Durante casi todo el Virreinato, las personas fueron enterradas en templos y monasterios. La costumbre se mantuvo hasta 1810 en que se prohibió la práctica, por razones de salubridad. Aparecieron luego algunos campos santos como el de la pampa de Miraflores o de la Chavela, pero la costumbre de enterramientos en templos y conventos continuó en Arequipa hasta 1827.
Las autoridades de la época hicieron cumplir las disposiciones existentes al e respecto, y las religiosas de Santa Catalina se vieron precisadas a enterrar a 16 monjas, fallecidas entre 1827 y 1835, en cementerios civiles.
Posteriormente a 1835, cuando las gestiones culminaron con resultados favorables, las religiosas hicieron construir un cementerio, cuyo terreno es ocupado hoy por una huerta. Allí fueron enterradas gran parte de las monjas, aunque otras fueron enterradas en el Coro.
Después de haber reunido durante diez días, en dos cajones grandes, los restos de las religiosas enterradas en la zona que se encuentra tras la puerta coronada con los monogramas de Jesús, María y José, comenzó a funcionar un nuevo cementerio.
Ello ocurrió en 1939. En esa fecha comenzó a funcionar el cementerio actual del monasterio, el mismo que es una moderna cripta, ubicada en las inmediaciones de la actual clausura y casi tras el ambiente de la Sala Zurbarán.

Lavandería
Las veinte medias tinajas con sus respectivos caños que se aprecian aquí conforman la lavandería. Ambiente que probablemente fue puesto en servicio alrededor de 1770.
En esta lavandería se aplica el principio de la mecánica de fluidos, empleándose el principio del sifón para elevar el agua que llegaba desde fuera del monasterio. El discurrir del agua se efectúa a través de un plano inclinado. El sistema inicial ha sufrido modificaciones con empleo del servicio de agua potable y cañerías.
Con un sólo guijarro, se lograba desviar el agua hacia la tinaja y en ella se podía almacenar el líquido y desaguar después del lavado de ropa.
Gracias a la costumbre que tuvieron los antiguos arequipeños de grabar, en las tinajas destinadas al vino, el nombre de un santo y el año de su fabricación, tenemos una idea de la fecha en que se colocaron algunas de las medias tinajas. Así se aprecia en la tercera media tinaja del lado izquierdo, comenzando del pozo, que tiene grabada la inscripción: San Jerónimo. Año 1769.

Pozo
Este es un pozo que fue usado principalmente por las esclavas y por las seglares que llegaron a vivir en el monasterio, por diversas causas y circunstancias.
Recordemos que por lo general el número de seglares duplicaba al de religiosas, en tiempos normales. Por ejemplo, el número de mujeres en el monasterio, que no eran religiosas, en 1790, fue de 158, mientras que las religiosas, entre las de velo blanco y las de velo negro sumaban 80.
Las seglares vivían en la zona que ahora ocupa el jardín. Al fondo, en la pared, se aprecia las marcas de unas bóvedas que ahora ya no existen y que servían para dar alojamiento a las seglares.
Ellas, cuando no venían como ayuda de las monjas, pertenecían al grupo de las que se recluían en los monasterios haciendo uso del derecho de asilo. Derecho que desde los primeros años de la cristiandad tuvieron los templos y conventos. Sobre la base de ello, mujeres que eran buscadas por la justicia se asilaban en el monasterio.
También durante las continuas revoluciones de Arequipa e incluso durante la guerra de Chile contra el Perú, muchas damas arequipeñas hicieron uso y abuso de este derecho. Por ejemplo, Flora Tristán vive seis días en el monasterio en abril de 1834, ante el ataque de San Román a la ciudad.
Algunas mujeres se recluían en el monasterio huyendo de sus maridos que las maltrataban. Otras fueron depositadas en el monasterio por orden del Obispo, a solicitud de sus maridos, quienes las acusaban de infidelidad.
Caso aparte es el que se registró en 1785. En febrero de ese año hubo un grupo de mujeres que fueron depositadas por el Intendente José Menéndez y Escalada. Estas mujeres eran prostitutas, según señaló en su nota de protesta el obispo fray Miguel de Pamplona, quien dispuso la inmediata reforma del monasterio.
Los intendentes de esa época, haciendo abuso de su autoridad, convirtieron al monasterio, por breve lapso, en una especie de cárcel de mujeres. Con la intervención del obispo, terminó el abuso.

Celda: Madre
Manuela Ballón
(Calle Burgos)

La religiosa que recordamos en esta celda sor Manuela del Niño Jesús Ballón, tomó el hábito el 21 de diciembre de 1818, sin tener ningún bien propio.
En esta celda apreciamos algunos aspectos interesantes de la vida cotidiana. Por ejemplo, un nuevo tipo de horno empotrado, que al mismo tiempo de servir para la cocción de alimentos, irradiaba su calor a las salas contiguas.
En la sala vecina a la cocina se aprecia una máquina que estuvo en uso a finales del siglo XIX. Se trata de una especie de tabla francesa con incipiente mecanización. Es pues la lavadora del siglo XIX, antecesora de las actuales lavadoras eléctricas que recién se comercializaron en 1929 por la empresa alemana Miele.
Al parecer este prototipo, similar al existente en el Smithsonian Institution, habría llegado a Arequipa vía Argentina y Bolivia. La lavadora fue inventada en 1691 por el ingeniero John Tyzacke quien obtuvo una patente inglesa referida a una lavadora industrial.

Calle Burgos
En esta calle, como se aprecia por las marcas en el piso, estamos caminando sobre el antiguo sistema de acequias que llevaba agua a todas y cada una de las celdas.
Esta es la calle llamada Burgos. Al final, en la intersección con las calles Sevilla y Granada, observamos la imagen clásica del monasterio: la media naranja de la cúpula blanca del templo de Santa Catalina al fondo, rodeada por la gran cocina y algunas celdas con sus respectivos tejados de color rojo.

Celda: Madre María Josefa
(Justo de la) Cadena
(Calle Sevilla)
En esta celda comprobamos claramente que la moda es un círculo vicioso. Hace tres siglos estos muebles funcionales, que eran una especie de asientos con cajonería, estaban de moda. Ahora, debidamente tapizados son llamados practicables o modulares.
En la Sala de De Profundis vimos los cuadros de la prioras difuntas, y en el claustro de los Naranjos leímos que el pintor Rafael Pareja refaccionó los cuadros existentes allí. Como recordamos, todas las religiosas fueron retratadas después de muertas. La excepción a la regla es la madre María Josefa del Santísimo Sacramento y Justo de la Cadena.
Ella fue la priora que hizo reparar los cuadros del claustro de los Naranjos y, teniendo al pintor a su disposición, aprovechó la ocasión para hacerse retratar.
Desde niña se educó y crió en el convento hasta que a la edad competente sus padres se la llevaron a Camaná de donde eran vecinos. Su padre un Capitán que en su vejez ingresó como lego en la Recoleta, hizo fabricar una celdita en su casa para su hija. Al establecerse en Arequipa y morir su madre, recibió la autorización de su padre para ingresar al monasterio y profesar en 1807. Murió el 7 de febrero de 1870 habiendo sido prelada cinco veces.
Penitente de cilicio, corona de espinas y ortigas, ayunaba rigurosamente. Ella sufrió de parálisis facial, artritis y probablemente de hemiplejía, tal como deja apreciar el cuadro.
En la hornacina de la celda se encuentra la imagen de Santa Ana, la madre de la Virgen María. En ella se aprecia el lema: Amor Domine (Amor del Señor o gracia del Señor). El nombre Ana deriva del hebreo Hannah que significa gracia. Concibió a María, siendo mujer de avanzada edad y tras ser considerada estéril.
Entre las celdas y la cocina, apreciamos una secreta, uno de los antecesores de los retretes actuales. Recién en 1870, Thomas William Twyford, un alfarero de Stoke-on-Trent en Inglaterra, fabricó los primeros inodoros de cerámica equipados con sifón.
En la cocina observamos que, teniendo dos hornos, es muy similar a otras, de no ser por la presencia de una chimenea, que como elemento de su construcción figura el fraile, lo que le da una similitud a nuestras actuales campanas extractoras.
Saliendo, en un cuarto pequeño, observamos un segundo prototipo de lavadora, el cual tuvo incorporado el movimiento rotatorio para el cumplimiento de sus labores. En 1858, el fabricante estadounidense Hamilton Smith, de Pittsburgh, Pennsylvania, construyó la primera lavadora de tambor, aunque en 1782, el empapelador londinense Henry Sidgier había fabricado una máquina considerada su predecesora.

Cafetería
Al final de la calle Sevilla está la Cafetería, que ha sido instalada en el ambiente que antes fue una zona de paso de alimentos.
En el plano podemos reconocer todo lo visitado hasta ahora: Ingresamos primero al locutorio, luego fuimos al noviciado, continuamos por los claustros de los Naranjos, la Sala De profundis, la calle Málaga, la Sala Zurbarán, la calle Córdoba, la nueva clausura del monasterio, la calle Toledo, el cementerio, la lavandería, la calle Burgos, la calle Sevilla y, al final de ésta, es donde nos encontramos.
En esta Cafetería, si desean, pueden apreciar algo del folklore culinario de Arequipa. Se expenden maicillos, polvorones y otros dulces preparados con recetas de las religiosas.

Arquería
Pasando la puerta y su postigo se aprecia una bella arquería que funciona como una anteportería, y que tiene puerta de acceso a la calle Santa Catalina. Todo hace pensar que esta fue la primera puerta de ingreso al monasterio.
En la zona alta de las paredes de la puerta de calle se aprecian restos de bajos y altos relieves, que nos hacen recordar la técnica planiforme de tallar el sillar y el modo textilográfico de disponer los motivos ornamentales de la arquitectura arequipeña.
En 1961, la Universidad Nacional de San Agustín, siendo su rector el doctor Alfredo Corso Masías dejó en este ambiente un testimonio de su admiración por Santa Catalina.
!Acaso sea este monumento el que mejor exprese el alma y la fe de nuestro pueblo, habiéndolo conservado de tan admirable manera las religiosas de estos claustros que alejadas del mundo sólo viven para Dios y el alma. Alegrémonos de que tanta belleza exista entre nosotros.
Por otro lado, las religiosas de Santa Catalina, durante muchos años atendieron con alimentos a los menesterosos de la ciudad, a través de los tornos.
Los dos tornos permitieron el paso de alimentos y cuando la cantidad era demasiado grande, las religiosas se veían obligadas a abrir el portón.
Antes de 1790, es decir antes que el obispo Pedro José Chaves de la Rosa fundase un orfelinato o casa para huérfanos, las religiosas encontraron en los tornos a niñas que fueron abandonadas por sus progenitores y luego criadas por las monjas.

Granero
La espadaña o el campanario que vemos, nos hace pensar que este lugar formó parte de una antigua capilla. En todo caso, con motivo de la reforma del monasterio, que obligó a retornar a la vida comunitaria en 1871, esta sala fue utilizada como una despensa o un granero tal como lo recuerda la existencia de una colaña. También a este hecho se debe la presencia de una balanza, que de acuerdo a las inscripciones realizadas por los inspectores de pesas y medidas del Municipio, estuvo prestando servicios, por lo menos, entre 1900 y 1926.
Los terrenos de esta zona hacia el norte fueron incorporados al ámbito del monasterio antes de 1673, gracias al obispo Juan de Almoguera.

Horno
Ante las necesidades comunitarias de un horno, construyeron éste, de grandes proporciones. Durante las visitas nocturnas que a veces se realizan al monasterio, el horno, todavía es encendido, con gran suceso.
La reforma del monasterio de Santa Catalina se produjo en 1871, después de haber fracasado o haber madurado los intentos de adecuación o reforma emprendidos por la madre Ana de los Angeles Monteguado y, los obispos Pamplona y Chaves de la Rosa.

Sala de panificación
Estamos en la antesala de la gran cocina en la que la vemos moldes para la elaboración de pasteles y tortas de distintas formas: rosetas, pingüinos, corazones, etc.

Cocina comunitaria
Anteriormente hemos señalado que este ambiente debió ser una capilla. La inscripción que aquí se ve nos indica que fue construido siendo priora sor Lucía del Espíritu Santo y Zúñiga. Esta religiosa fue priora en dos oportunidades: entre 1681 y 1684 y entre 1690 y 1693. Al parecer fue durante su primer priorato, en que se hizo la obra.
En todo caso, el ambiente es el más antiguo de los que se conservan en el monasterio.
La presencia de un estema o escudo de la priora, como vemos, formado por la Cruz de la Orden Dominica, el báculo con una rosa en medio de él y, más abajo lo que podría ser una hostia y un copón, refuerza la idea de que este ambiente, antes de ser convertido en cocina, fue una Capilla.
Es indudable que los estemas o escudos son colocados en los lugares principales y no en las cocinas. En un monasterio la Capilla es el lugar principal.
El sentido práctico de las religiosas hizo posible el cambio de uso del ambiente, convirtiéndolo en la cocina comunitaria.
Es menester recordar que siendo obispo de Arequipa, monseñor José Benedicto Torres y, ejerciendo el cargo de priora la madre Manuela de Nuestra Madre Santa Catalina Gonzales de la Fuente, se implantó la vida común, el 21 de setiembre de 1871. Ella entró en 1807 al monasterio a pesar de la oposición de su madre, después de tener una visión en que ella se vio muerta y escuchó una voz que le decía: Estás muerta. Por su trato con las Almas del Purgatorio de quien era devota supo de la muerte de su hermana en Majes. Ella tenía parte de la cabeza como tostada.
Desde sor Ana de los Ángeles Monteagudo, cuando fue priora (1647 - 1650) pasando por las acciones pastorales de los obispos Pamplona y Chaves de la Rosa, hasta que se puso en efecto la plena y total vida en común, las religiosas de Santa Catalina fueron revisando y variando sus costumbres de vida, suprimiendo la esclavitud en el interior del claustro antes que en el mundo exterior, renunciando a caudales propios y departiendo como una sola familia para todos los efectos.

Sala de Dulces
(Comedor - Pozo)
Al cambiarse de uso a la Capilla, esta sala tuvo dos finalidades. Albergó un pozo para sacar agua de un canal que cruzaba el monasterio, y así se facilitaron las tareas de la cocina comunitaria. El arcén o brocal inicial, fue elevado en altura en poco antes de 1990, para proteger a los visitantes.
También en esta sala funcionó el primer gran comedor comunitario, después de la reforma. Es costumbre de los monasterios, ubicar el comedor muy cerca de la cocina.
Ahora, en esta sala se exhiben utensilios de cocina. Los peroles que observamos, nos hace recordar que las religiosas de este monasterio fueron expertas en la elaboración de dulces y especialmente de manjar blanco, un dulce basándose en leche, antes de 1700.
Igualmente hay artesas para la preparación de la masa de harina, afilador de cuchillos, filtro de agua, mortero y otros elementos.

Jaculatoria
(Calle Granada)
Esta calle, tan ancha que nos hace pensar en un boulevar o avenida, es llamada Granada. Tiene como telón de fondo a la inscripción que vemos sobre la pared externa del antiguo comedor. Es una jaculatoria y refuerza la idea de que este lugar, antes de ser empleada como cocina y comedor, fue una Capilla.
La jaculatoria, escrita con las abreviaturas empleadas a finales del siglo XVII, dice:
Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la limpia concepción de Nuestra Señora concebida sin mancha ni deuda de pecado original. Amén. Jesús, María y José.
La zona de la calle Granada, por sus características, es al parecer la más antigua. En 1834, cuando Flora Tristán se refugió en este monasterio, describe este ambiente como el viejo convento que se unía con el nuevo, mediante una gradería. Hasta aproximadamente 1670 limitaba al norte con la calle de la ciudad, lo que hoy viene a ser la calle Sevilla.
Flora Tristán afirma que "la distribución interior del convento es muy extraña. Se compone de dos cuerpos de construcción, uno de los cuales se llama el antiguo convento y el otro el nuevo."

Celda sin nombre
(Bajando a la plaza Zocodover)

En la celda, además de la ambientación correspondiente al siglo XIX, se aprecia la fotografía de sor Juana Rosa de Nuestra Señora de los Dolores y Salas, sentada en el sillón prioral. La fotografía fue registrada entre 1898 y 1900.
Ella entró al monasterio en febrero de 1861, a los 20 años y falleció el 21 de mayo de 1902, siete días después de haber sido electa para un tercer mandato prioral. A ella se debe la construcción de la pileta de la cocina, como también el frontal de plata que luce el Altar Mayor y el haber encontrado la documentación del proceso de sor Ana de los Ángeles Monteagudo.
En Arequipa, las primeras imágenes fotográficas fueron captadas en 1847 por el Cónsul viajero de Francia, Leonce Angrad. Estas fotografía se conservan en la Bibliotheque Nationale en París (Cabinet des estamps Vh 24, T.III, Topographie de l´Amerique)
En determinados momentos, el monasterio de Santa Catalina llegó a albergar a 500 mujeres, entre monjas, esclavas, donadas y seglares asiladas, como cuando en 1834 Flora Tristán ingresó al cenobio.
La abuela del pintor Paul Gauguin (el de las tahitianas) llegó a Arequipa para reclamar a su tío Pío Tristán (el último virrey del Perú), la herencia de su padre: Mariano Tristán. Su avariento tío, se negó a entregarle tal herencia.
De regreso a París, ella escribió el libro Peregrinaciones de una paria, en el que nos dejó una visión crítica del Perú y Arequipa, así como del monasterio de Santa Catalina del siglo XIX. El libro cuando llegó a Arequipa fue quemado.
Pero volvamos a la cantidad de mujeres en el monasterio. Se imaginan ¿qué cantidad de alimentos se necesitaban para sustentar a centenares de mujeres?
Se requerían demasiados kilos. El problema fundamental radicaba en mantener el nivel de proteínas en la alimentación. Las religiosas hallaron solución al problema, criando cuyes y conejos. En esta celda se observan las conejeras y cuyeras pobladas con animales vivos.

Celda: Madre Rosa Cárdenas
(Plaza Zocodover)

En esta celda se recuerda a sor Rosa María de las Llagas y Cárdenas, quien ingresó al monasterio a la edad de 23 años en 1885.
Aprovechamos este ambiente, para señalar que muchas veces, mujeres seglares vivieron por muy largos períodos en el monasterio.
Uno de esos casos fue el de las hermanas Josefa y Manuela Benavides Vilchez, hermanas de tres religiosas catalinas, y que al quedar huérfanas por la muerte de su madre primero y luego de su padre, un maestre de campo y Depositario General, fueron admitidas a vivir en claustro sin ser monjas en 1804. Las seglares fueron atendidas en el monasterio por la conversa Simona Anco, quien recibió como legado de ellas, un lienzo que hoy es conocido como el Señor de la Caña.
Simona Anco, al salir del monasterio tras la muerte de la última de las hermanas Benavides, Manuela, se ubicó en un paraje más allá de la Antiquilla, conocido como de las 7 chombas. Simona vivió allí como ermitaña levantado una ramada, donde dio culto al icono de Cristo coronado de espinas y con una caña en las manos a modo de cetro, y que hoy es conocido como Señor de la Caña.
Después de la muerte de Simona, con fama de santidad el 6 de setiembre de 1871, la devoción por el Señor de la Caña, aumentó. Sobre la ermita que dejó Simona Anco se inauguró el 9 de junio de 1888 una capilla y posteriormente su ensanche.
Retornando a la visita de la celda sor Rosa Cárdenas vemos que, como en otros puntos del monasterio, se tuvo que contar con un segundo piso para solucionar la necesidad de espacio vital.
Bajando la vista, en el interior de la habitación se aprecia un avance en el retrete. Este de carácter transportable, nos permite hablar de la pasión de las mujeres arequipeñas por viajar, especialmente a Arica y Buenos Aires.
En esta celda comprobamos la coexistencia de elementos de diversas épocas: la petaca de cuero de chivo del siglo XVI, el sillón de cuero repujado del siglo XVII y la alacena de madera grabada, del siglo XVIII.

Callejón
Desde este punto protegido por rejas, se aprecia las ruinas de las celdas que estuvieron ubicadas entre las calles Sevilla y Granada.
También se puede apreciar, en los restos de celdas, el sistema de albañilería que predominó en la arquitectura arequipeña. Las antiguas paredes de gran sección, entre uno y dos metros de espesor, son, en realidad, dos paredes de albañilería: una interior y otra exterior, rellenada en el centro con piedras o canto rodado y/o retazos de sillar embebidos en mortero sobre la base de cal y arena. Estas paredes permiten sostener una bóveda de sillería.

Bañera
Esta bañera es contemporánea a la pileta de la plaza Zocodover y fue destinada para el uso de las religiosas.
Las monjas tuvieron que compatibilizar su austera Regla, escrita en el año 423 por San Agustín, y los hábitos de higiene.
Esta Regla señala que una religiosa no debe ver el cuerpo de otra y, aunque las religiosas utilizaban traje talar para bañarse, encontraron una solución para cumplir con los dispositivos, colocando una tela desde el techo hasta el nivel del agua, que dividiera en dos ambientes la bañera. Esto permitía que dos religiosas pudieran bañarse simultáneamente.
La bañera fue construida dentro de una celda, haciendo uso, una vez más, de sentido práctico. Para temperar el agua se encontró como solución el abrir en el techo una claraboya que permitiera el paso de los rayos del sol.
En la bañera, además de la existencia de dos ambientes utilizados como vestidores se encuentra una hornacina, que nos hace pensar que todo lugar es bueno para dar gracias a Dios.

Plaza Zocodover
El nombre de esta plaza es el mismo del que tiene la plaza de la ciudad de Toledo en España, y que fuera construida por los árabes en el siglo IX. Fue mercado y plaza de toros. Su fama se acrecentó al ser incluida por Cervantes en su Quijote.
En ella se ubica la única pileta que ha sobrevivido al paso del tiempo y cuya historia se cuenta en la placa adosada a la pared. La placa señala que se dio agua por cañería de fierro, siendo priora la madre María Manuela del Espíritu Santo y Hurtado, durante su segundo priorato, el año de 1865. Ella ingresó al convento el 6 de enero de 1821 y murió el 20 de octubre de 1884. Era devota de la Animas del Purgatorio.
Aunque desde 1539, se empleaba, en otras partes del mundo, la cañería de plomo para la conducción del agua gracias a la fabricación que hizo Robert Broke, secretario de Enrique VIII de Inglaterra, en Arequipa comenzó a ser conducida el agua por cañería de barro a partir de del 20 de octubre de 1735.
En esa fecha se inauguró la pila de bronce con juego de aguas coronada del tuturuto que hasta hoy luce la Plaza Mayor o Plaza de Armas. La instalación de dicha pileta la hizo a su costa, el obispo Juan Cavero de Toledo.
En el mundo, a partir de 1858 con el descubrimiento del alemán Oxlad de que el wolframio endurece al hierro, comenzó a emplearse la cañería de hierro para conducir el agua, es decir tres años antes que en Arequipa y siete antes que en el Monasterio.
El monasterio de Santa Catalina en 1834 contaba con dos piletas que surtían de agua a las religiosas, además de un pilón que atendía las necesidades de la población vecina.
Las puertas de los ambientes que se encuentran rodeando la plaza Zocodover, muestran un trabajo de tallado de madera muy interesante y que corresponde al siglo XVIII.

Al empezar el Pasaje
Estamos en la zona religiosa por antonomasia en el monasterio. Sobre el lado izquierdo se ubica la antesacristía, antigua Sacristía, que se comunica por debajo de las gradas de la escalera con la actual Sacristía, el templo de Santa Catalina y, a la derecha, la celda que tradicionalmente se ha asignado como la ocupada por sor Ana de los Ángeles Montegudo, la religiosa más destacada del monasterio y, la arequipeña que ha traspasado la barrera de los siglos por su humildad, virtudes en grado heroico y milagros. La escalera permitía únicamente acceso al camarín de la Virgen de los Remedios. Ahora, allí se ha habilitado un mirador.

Hacia el Mirador
A partir del año 2000 se ha creado un ambiente que permite apreciar desde lo alto el complejo arquitectónico del monasterio.
Haciendo uso de la escalera de sillar que lleva a la parte posterior del camarín de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, se llega al Mirador.
Dado lo empinando de los peldaños y, a pesar de habérsele dotado de un pasamano, visitar este ambiente puede ser riesgoso para niños y ancianos.
Al final de las gradas se tiene un amplio desembarco en el que se ha construido en sillar cuatro poyos donde el visitante se pueda sentar. Se ha elevado el resalto para proteger al visitante, mientras admira el paisaje.
Desde esta zona podemos apreciar la nueva Clausura, que es aquella donde se encuentran los maceteros. También podemos apreciar una sala de segundo piso, sobre el ambiente que conocemos con el nombre de De Profundis.
El volcán que se observa, al norte, al fondo, se llama Chachani y el templo que desde aquí se aprecia, como si fuera un cohete, es el del convento de la Recoleta, ocupado por frailes y que, también está abierto al público con sus museos y su gran biblioteca. Delante de nosotros están las intrincadas calles y celdas del monasterio en una vista panorámica de conjunto.
Como alguno de ustedes habrán contado, los peldaños de la escalera son 33.

Celda: Madre sor
Ana de los Ángeles Monteagudo
(En el pasaje que va al Claustro Mayor)
Como queda dicho anteriormente, sor Ana de los Ángeles Monteagudo es la religiosa más destacada del monasterio. Ella fue beatificada por el papa Juan Pablo II durante su vigésimo quinto viaje fuera de Italia, el 2 de febrero de 1985.
El verdadero y único retrato (con modelo presente) de la beata Ana de los Ángeles Monteagudo es aquel que está sobre el camastro, según afirman sus haliógrafos.
Ella, como se puede por el color pálido de su rostro, fue pintada después de muerta. Los demás cuadros que sobre su rostro existen, forman parte de la iconografía e imaginación de los artistas. Uno de esos cuadros es el muy difundido lienzo que se empleó en la ceremonia de beatificación y que se debió al pintor Antonio Guzmán, realizado a finales del siglo XIX.
Fue pintada muerta por su fama de santidad y porque fue Priora del Monasterio. El cuadro que se conserva y exhibe en esta celda, es el más antiguo de los que se muestra sobre las religiosas.
Falleció a los 80 años, edad deducida de un documento jurado y fechado en 1642, en que ella señaló contar con 36 años de edad. Permaneció 74 años en el monasterio, primero como educanda y luego a la muerte de su padre profesó como religiosa cuando contaba con 12 o 13 años.
Su padre, Sebastián de Monteagudo, fue español, oriundo de Villanueva de la Jara, primo de Santo Tomás de Villanueva. Su madre fue una criolla llamada Francisca de León, hija natural y reconocida del ex corregidor de Arequipa, Juan Ruiz de León.
Tuvo ocho hermanos, de los cuales dos fueron hombres. El menor, Sebastián murió relativamente joven y Francisco fue presbítero. Él alentó la vocación religiosa de sor Ana, dándole la dote para que profesase, a pesar de la oposición que mostró su madre. Ella renunció en él, sus legítimas.
De las virtudes en grado heroico que practicó, fue la humildad su mayor entrega.
Fue priora por un trienio, elegida a fines de 1648 y, como muchas mujeres de su época fue analfabeta, aunque sabía firmar o firmaba mano guiada. Las cartas que ella dirigió en su priorato fueron escritas por sor Juana de Santo Domingo Andía Sotomayor, quien fue su secretaria.
Intentó reformar las costumbres relajadas de su comunidad, lo que le originó tres intentos de asesinato, sin ningún éxito.
En los últimos años de su vida, estuvo paralítica y ciega. Además sufrió de extenuantes sudores y con santa resignación ofreció las molestias de las llagas, producidas por su postración, en sufragio de las Almas del Purgatorio.
Esta devoción por las Almas del Purgatorio fue adoptada por la hoy beata Ana de los Ángeles Monteagudo, al imitar la vida de San Nicolás de Tolentino. La imagen del santo con su peana, propiedad de la venerable monja, la vemos en esta celda. Está hecha en madera y tenía textura polícroma hasta el año 2000, en que al ser restaurada se le dio un hábito negro. La citada imagen acompañó a la beata Ana de los Ángeles a lo largo de su vida y muchas veces ella la prestó a personas que querían un favor especial.
Su trato espiritual con las Almas del Purgatorio, permitió que la madre Monteagudo anunciara la muerte de diversas personalidades y religiosas. Uno de los casos fue el de la muerte del obispo Juan de la Calle, recién ingresado a la Diócesis. El anuncio antelado de la muerte del Ordinario, realizado el 5 de febrero de 1676, causó molestia e indignación entre algunas personas que incluyó al Padre maestro Pedro Núñez Misquecho, quienes no dudaron en señalar que sor Ana debía ser llevada ante la Inquisición, por astuta e hipócrita. El obispo Juan de la Calle, falleció 10 días después, el 15 de febrero de 1676.
Un total de 68 profecías, todas ellas cumplidas en su época, la hicieron conocer como Venerable y gran Sierva de Dios, hecho que determinó que 190 días después de su muerte comenzara el largo Proceso Informativo para su beatificación, paso previo a su canonización que se cumplió finalmente en 1985, después de 299 años después de iniciado éste.
En los últimos años se han señalado diversas profecías que supuestamente habría formulado la Madre Ana de los Ángeles, vinculadas a un tronco de naranjo y la destrucción de Arequipa, luego de su elevación a los altares. La supuesta profecía no figura en ninguna de las 461 páginas que contiene las declaraciones juradas de 35 personas, que conocieron personalmente a la Madre Monteagudo y que relataron pormenorizadamente su vida a los pocos meses de su tránsito.
La Iglesia Católica nos ha propuesto a Sor Ana de los Ángeles como ejemplo y modelo por su vida, más que por los milagros que se le atribuyen.
Su fama, en vida, de grata a los ojos de Dios la convirtió en madrina de bautismo de dos niños: uno el hijo del sacristán del convento, José Flores y el otro del Comisario General de Caballería, Juan de Vargas Machuca. El primero fue bautizado como Nicolás Ramón y el otro como García Nicolás Silvestre.
En su proceso, la Iglesia sólo le ha reconocido un milagro, después de cincuenta años de detenidos estudios y testimonios de especialistas.
En el cuadro colocado al costado de la puerta de acceso a la Celda de Sor Ana, se presenta el testimonio jurado del doctor Humberto Portillo Boncangel en torno al único milagro aceptado.
Brevemente señalaremos que el caso se produjo en 1932 en el Hospital Goyeneche. Una mujer, llamada María Vera de Jarrín, sufría de continuos flujos vaginales, hecho que determinó que los especialistas Castañeda, Barreda, Landázuri y Portillo de decidieran por una operación exploratoria.
Cuando abrieron el abdomen de la paciente los médicos observaron el tumor canceroso que había invadido toda la cavidad abdominal. Ello indica un estado avanzado del mal. En esa época, como hasta ahora, el cáncer cuando está en grado avanzado se lo considera mortal.
Los médicos explicaron al esposo de la paciente que debido al trauma quirúrgico y a lo avanzado del cáncer, a ésta le quedaban 48 horas de vida.
Con angustia el esposo llegó hasta el monasterio de Santa Catalina buscando oraciones para su esposa. Las religiosas le dieron tierra del sepulcro de Sor Ana. La señora María Vera de Jarrín ingirió el polvo del sepulcro y rezó con su esposo.
Pasaron los días y, ante el asombro de los médicos, ella sanó. Múltiples exámenes comprobaron la curación milagrosa. Ella vivió 34 años más, hasta 1966, falleciendo a los 80 años y luego de habérsela visto caminar continuamente en las inmediaciones de la calle San José, donde uno de sus hijos tenía su consulta médica.
A un costado, en el interior de la celda Madre Ana de los Ángeles Monteagudo también se puede observar una lipsoteca. En ella se guardan algunas reliquias como el corazón del obispo de Tucumán, monseñor Ángel Mariano Moscoso Pérez Oblitas, obispo de Tucumán y, del arzobispo Juan de Almoguera. También se exhibe un despabilador.
Igualmente se aprecia multitud de exvotos, como testimonio de gratitud por las gracias concedidas por mediación de la Beata.

Pasando el arco del Pasaje
Si nos damos la vuelta, apreciaremos en lo alto del arco pintado al temple el dibujo de una cruz con tradicional símbolo de la muerte, una calavera y una inscripción no muy clara, salvo las cifras 17..
Esta pintura mural podemos asociarla con la epidemia del tabardillo o tifus exantemático que llegó al Perú en el navío El León Franco. Los dolores excesivos de cuerpo, esputos de sangre, síntomas de la enfermedad, originaron la muerte de 200 mil naturales. Arequipa también fue visitada por esta epidemia entre los meses de julio y setiembre de 1718. Se afirma que fueron tantos los muertos que no cabiendo en las iglesias y cementerios, se tomó la resolución de hacer unos carretones para transportar los cuerpos al campo, en donde se los sepultaba en grandes zanjones. La peste exterminó a un tercio de la población.
Sin embargo en ese año sólo murieron dos religiosas, una de ellas, Catalina de Sena y Gordejuela, en agosto. Al año siguiente, en que la epidemia se comenzó a expandir hacia Cusco y el Alto Perú fallecieron ocho religiosas, número superior al promedio de decesos de aquellos años.
Muy cerca al final de este pasaje hay un pequeño nicho que permitía ver el Sagrario del Templo.

Ultima cocina
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la comunidad religiosa de Santa Catalina utilizó una cocina de fierro que funcionaba con carbón de piedra, leña y otros combustibles. En 1953 ésta fue reemplazada por una moderna cocina eléctrica. En el mundo los electrodomésticos comenzaron a ingresar en los hogares después de 1901.
Si se observa hacia arriba se puede apreciar un tiro o chimenea en forma de pirámide, que aparenta ser muy alto.
Pasando al patio se puede apreciar la real dimensión del tiro. Parecía muy alto debido a una ilusión óptica generada por la forma especial de su construcción.

Ultimo comedor
En la puerta de este ambiente se aprecia el escudo de la Orden Dominica. Este es el último refectorio o comedor, donde las religiosas tomaban su colación o refacción para reponer fuerzas.
Como en cualquier familia, en este comedor la Priora ocupaba el lugar principal, mientras que las madres del Consejo se ubicaban a los costados y luego las monjas, según su antigüedad, hasta llegar a las más jóvenes.
Mientras las religiosas tomaban su colación, una de ellas, desde el púlpito, leía la Biblia, las cartas apostólicas, las cartas pastorales, encíclicas, etc.
Este refectorio fue reparado en 1938. Su bóveda fue reforzada, se enmaderó el piso y se colocaron los espaldares de madera a los asientos.
De las paredes cuelgan pinturas realizadas en diferentes épocas y que siempre han pertenecido al monasterio.
Sobre la puerta principal de acceso al refectorio se muestra una pintura de Cristo Crucificado, cuya imagen parece deberse al pincel de un artista nativo o, que fue trabajado en los coloniales talleres por el maestro y sus ayudantes. Esto explicaría la belleza y el trazo firme de los rostros de la Virgen María y San Juan.
Al lado del púlpito se encuentra un antiguo cuadro de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo en oración mientras un sacerdote celebra la Misa. Esto nos recuerda que el licenciado Diego Vargas Machuca, prebendado de la iglesia Catedral introdujo un pintor en la clausura para obtener una imagen de sor Ana de los Ángeles que por entonces estaba ciega. La venerable monja reprendió al sacerdote que quedó turbado al haber sido descubierto en su intento.
Tras la silla de la Priora se encuentra un interesante cuadro de la Última Cena. En ella el artista presenta platos típicos de la zona, como los camarones, sobre la mesa de Jesús y sus discípulos.

Claustro Mayor
Visitamos el Claustro Mayor, uno de los tres claustros existentes en el monasterio y que sus dimensiones justifican el nombre que tiene.
Como en los claustros del Noviciado y de los Naranjos, sus arcos están utilizados para enmarcar, con festones de madera, pinturas destinadas a la enseñanza y edificación espiritual de las religiosas. También están los confesionarios. Primero veamos las pinturas.
Aquí los cuadros relatan la Vida de la Virgen María y de Jesús. Los bastidores están enmarcados en madera que ha sido dorada en estofado.
Estos cuadros, como gran parte de los existentes en el monasterio han sido repintados alterando su belleza inicial, que en alguno de los cuadros se puede advertir.
Un total de 23 cuadros, en el Claustro Mayor, están vinculados fundamentalmente a la vida de la Virgen María y los otros 9 están destinados a presentar pasajes de la vida pública de Jesús.
En los cuadros sobre la vida de Jesús se presentan en un mismo lienzo varias escenas en lontananza que el pintor ha miniado o escorzado.
Los cuadros que representan La Anunciación y La coronación de la Virgen fueron trabajados con un proceso similar al estofado y esgrafiados, resaltando el pan de oro bruñido. Estos dos cuadros son los menos alterados en los distintos procesos de refacción, poco acertada, a los que fueron sometidos los cuadros.
Las pinturas fueron realizadas por un pintor, hasta ahora anónimo, gracias a la donación que hiciera para tal objeto el benemérito obispo de Arequipa, Juan de Otárola Bravo de Lagunas en 1722. Su rostro aparece en una esquina del primer cuadro de la serie, tal como se acostumbraba en aquellos años.
Los florones o jarrones que adornan con follajería las pechinas en la arquería de este claustro son una recreación del pintor español Rael García Quinto, poco antes que el monasterio fuera abierto al turismo. Antes existieron también florones que en múltiples oportunidades fueron ocultados por sucesivas capas de pintura.
Las galerías del Claustro Mayor fueron construidas entre 1717 y 1722, durante el mandato prioral de sor Andrea de Guadalupe Valencia, tal como queda señalado en el estema de la referida priora y que aparece como cierre de una de las cubiertas de las galerías. Esta religiosa ingresó como monja el 18 de enero de 1681 y murió el 25 de mayo de 1730.

Confesionarios
También en el Claustro Mayor se ubican cinco confesionarios para el uso de la religiosas. Las religiosas contaban con la privacidad requerida, gracias a la forma como se construyeron los confesionarios.
Los sacerdotes se ubicaban en los ambientes especiales que existen en el templo y las religiosas en estos pequeños ambientes.
La comunicación para la confesión y la subsiguiente absolución se verificaba a través de una placa metálica con perforaciones que vincula los dos ambientes sólo por el sonido de la voz.
Las monjas sentadas en el poyo recibían también los consejos del confesor cuando requerían del acompañamiento espiritual.
Siendo la confesión un Sacramento tan personal, es prejuicioso, por decir lo menos, pretender imaginarse los temas de confesión de las religiosas.
Sin embargo, la presencia de los confesionarios en estos claustros, permite recordar las palabras de Jesús: Quien esté libre de pecado, lance la primera piedra.
También permite reflexionar sobre la importancia del Sacramento de la Penitencia, como medio de perfeccionamiento de la vida espiritual.
La vida, siguiendo el mandato de Jesús, se debe orientar por el amor, lo que expresado de otra forma implica que aquello que atente o esté en contra del amor se debe considerar como falta o pecado. Se roba, se mata, se es infiel, etc., por falta de amor.
Bajo esta óptica, el examen de conciencia y la confesión de boca se debe realizar también no sólo a partir de las faltas o pecados de acción o comisión, sino también de aquellos que son producto de la omisión y de los que se admiten con el pensamiento o con la palabra.
Cuando el perfeccionamiento espiritual se acentúa, la confesión se realiza con mayor precisión y también con mayor rigurosidad y celo.

Coro Alto
Subiendo hacia el Coro Alto, encontramos, tras la puerta, un amplio espacio donde existe un viejo órgano, y el acceso a la torre que fue construida en 1748. Aquí se ubicaban las religiosas de Velo Blanco, las Donadas y las conversas para asistir a los Oficios Divinos y las celebraciones Eucarísticas.
Las religiosas de Santa Catalina llegaron a clasificarse en tres tipos, atendiendo a su vocación, carisma y monto de su dotes.
Las religiosas de Velo Negro se dedicaban fundamentalmente a la oración, dando dote completa. Las religiosas de Velo Blanco otorgaban media dote y compartían sus momentos de oración con el trabajo manual o material. Finalmente, las Donadas, que no entregaban dote alguna, aunque muchas pudieron hacerlo, se dedicaban a realizar tareas domésticas, como medio de entrega y expresión de humildad.
Sin embargo, la carencia de dote no fue en el monasterio de Santa Catalina, un obstáculo para la concretización de su vocación. En los libros de ingreso de las monjas se registran muchos casos de jóvenes que sin dote llegaron a ser monjas de velo negro.
Es evidente que el mantenimiento de las religiosas en el interior del monasterio dependía del caudal colectado con las dotes y, en ese afán la historia registra casos singulares como las de las hermanas Catalina y Francisca Boso, nietas de uno de los fundadores de la ciudad. Las dotes entregadas, aunque no cubrieron el monto establecido fueron logradas mediante una colecta ciudadana en la que hubo el aporte de 45 personas que entregaron 900 botijas de vino, 20 mulas y pesos en efectivo.
En otro casos fueron los obispos, gene piadosa, la ciudad a través del Cabildo, el gobierno central en la primera década de la República o el monasterio, quienes asumían el monto de la dote, evitando de esta forma que la vocación religiosa tuviera como obstáculo el dinero.
Antes de retirarnos de esta zona, es necesario que señalemos la importancia que tiene la campana para las monjas de clausura. El sonido de la campana señala la vida del claustro, marca las horas canónicas o de oración así como de todos los momentos de la vida religiosa.

Celda: Madre
Juana de San José Arias

Tradicionalmente se ha afirmado que la celda ubicada bajo las gradas que llevan al Coro Alto fue ocupada por una religiosa que tuvo una profunda vivencia mística y cuya meditación estuvo vinculada con la Pasión y Muerte de Cristo.
Según la tradición, ella decoró la celda con los símbolos que recuerdan la Pasión de Cristo. Así se aprecia la corona de espinas, los clavos, los dados que emplearon los soldados romanos para el sorteo de sus sagradas vestiduras, etc.
La religiosa se llamó Sor Juana de San José Arias. Ella llegó el 15 de agosto de 1674, cuando tenía 16 años, procedente de Oruro, en el Alto Perú (hoy Bolivia).
Igualmente afirma la tradición, que la joven llegó portando una Cruz, que encontró en su camino y que era de una pieza.
El Cabildo de la Ciudad autorizó que Juana Arias ingresase en el monasterio sin dote y, agradeció a la comunidad catalina que había solicitado tal gracia, por la oportunidad de servir, en esta forma, a una joven tan virtuosa.
Ella, convertida en monja de velo negro, el 10 de setiembre de 1691, fue encontrada muerta de rodillas, con los ojos abiertos, con el breviario abierto entre sus manos, como en estado de éxtasis.
Así fue retratada. Su bello rostro se encuentra plasmado en un cuadro en la Sala De Profundis. Sus contemporáneas la consideraron Venerable y señalaron que había muerto por puro amor a Dios.

Bajo Coro
Desde aquí, si las cortinas lo permitieran, se observa el interior del templo de Santa Catalina, de una sola nave, terminado de construir poco antes de 1747 y, tras su reconstrucción, consagrado por última vez el 21 de diciembre de 1874.
El templo que en varias oportunidades sirvió para atender los oficios religiosos de la Catedral y del templo de San Agustín, muestra en el altar un bello frontal de plata repujada. Ambas obras fueron efectuadas en el priorato de sor Juana Rosa de Nuestra Señora de los Dolores y Salas.
Este es el Coro Bajo, donde las religiosas de velo negro participaban en el rezo de las Horas Canónicas (vísperas, completas, maitines y laudes) y las Horas Menores (prima, tercia, sexta y nona) así como de la celebración de la Santa Misa.
Actualmente las religiosas de Santa Catalina asisten, desde aquí, a la celebración eucarística que se efectúa en el altar más cercano al doble enrejado.
Abriendo brevemente el doble enrejado que separa el templo del Coro, a través de una especie de cratícula, las religiosas reciben el sacramento de la Eucaristía.
En el templo al lado izquierdo, mirando al altar, rodeado de una pequeña reja, ubicado frente a la segunda puerta que se aprecia desde el Coro Bajo, se encuentra un altar con la imagen de la Beata sor Ana de los Ángeles Monteagudo. Fue esculpida por el español Rafael García Quinto.
Debajo de dicha imagen se encuentran los restos de la Beata, los mismos que hasta el 22 de enero de 1985, estuvieron entre las rejas que separan el Coro Bajo del templo.
Este Coro, con su techo trapecial o en ochave, similar a los techos de mojinete de Tacna y Moquegua, ha sido testigo de la elección democrática de las prioras que dirigieron el monasterio desde 1586, es decir casi cuatro siglos antes que las mujeres arequipeñas del mundo exterior pudiesen intervenir en la elección de sus autoridades.
Las paredes de este Coro, hasta aproximadamente mediados del siglo XIX, estuvieron decoradas, incluso con pan de oro. Un delicado trabajo de limpieza podrían convertir a este ambiente como uno de los mejores exponentes de la decoración mestiza de todo el ámbito del virreinato del Perú.
Aunque no se conoce la razón exacta por la que se cubrió la decoración de pan de oro, se puede suponer que caben dos posibilidades:
La primera: Se habrían encalado las paredes como consecuencia de una medida aséptica contra alguna de las pestes que afectaron a la ciudad.
La segunda posibilidad: Se habrían cubierto las decoraciones como consecuencia de una decisión vinculada al voto de pobreza de las religiosas.
Tanto las paredes como el subsuelo de este coro fueron utilizados, en el pasado, como zonas de sepultura. Así, por ejemplo, en 1898, siendo priora la madre sor Juana Rosa de Nuestra Señora de los Dolores y Salas, se encontró un pequeño cajón con los restos de Sor Juana de San José Arias. El hallazgo se produjo en momentos en que se aderezaba o reparaba el Coro.
Los restos ubicados al lado derecho del Coro Bajo, estaban en un retazo de tela y al volverlos a colocarlos en el mismo lugar, se adosó una piedra de Berenguel que hoy no se aprecia.
Una placa, que se distingue al costado inferior del segundo cuadro, el que representa a San Antonio, recuerda que a esa zona fueron trasladados los huesos de sor Juana de San José Arias en 1729.
Dos etapas y dos estructuras arquitectónicas se aprecian en el Coro Bajo. La primera corresponde al techo trapecial, que muestra grabado en relieve la Cruz Trinitaria.
Fue precisamente el único obispo trinitario que ha tenido la diócesis, Juan de Almoguera quien aportó para esta construcción.
La segunda estructura corresponde a una ampliación posterior y su cubierta es de bóveda.
En esa zona, construida posteriormente, se encuentra un facistol de cuatro caras, rodeado de una sillería de coro.
Las paredes están decoradas con cuadros de un Vía Crucis de sólo 13 Estaciones.

Dormitorio Común
(Pinacoteca)
Este es el dormitorio común de las religiosas de Santa Catalina y, como en el caso de la bañera, aquí, desde el techo, colgaban telas para separar los ambientes.
En 1834, Flora Tristán señalaba que:
Desde hace más de veinte años esas señoras ya no viven en común. El refectorio ha sido abandonado, el dormitorio igualmente, aunque por la forma, cada una de las religiosas tiene todavía un lecho blanco como la regla lo exige.
El ambiente tiene forma de cruz latina y actualmente es la Pinacoteca del monasterio, albergando a 107 cuadros.
Entre los cuadros más interesantes figuran el de San Nicolás, arzobispo de Mira, pues en la leyenda escrita al pie de la pintura nos brinda tres niveles de información.
El primero, responde a la pregunta: ¿Quiénes vivían en el monasterio? al señalar que "Las religiosas y demás personas (esclavas, educandas, seglares) que rezaren un Padrenuestro ..."
El segundo, absuelve la pregunta: ¿Cómo eran las prácticas religiosas del siglo XVIII?. Por el cuadro sabemos que eran una mezcla de sacramentales (agua bendita, indulgencias), devociones (fiestas, vísperas) y sacramentos (Eucaristía).
Finalmente nos precisa ¿Cuál era la aspiración de las religiosas de Santa Catalina?. La mayor aspiración de las religiosas, indudablemente era y es el perfeccionamiento espiritual ("... por el mayor adelantamiento en perfección de este santo convento...")
En el cuadro de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden Dominica, se muestra el uso del cilicio de sangre en la cintura y de la disciplina. Esta pintura en un raro cuadro en que se presenta el amamantamiento místico de la Virgen. Pese a que ha sido adulterado, al haberse cubierto el pecho de la Virgen, probablemente en el siglo XIX y haberse tratado de cubrir, en la última década del siglo XX, el recorrido del calostro desde el seno de la Virgen hasta los labios del santo.
Igualmente interesante es el cuadro del "Señor de los Temblores", en una versión de pintura cusqueña del siglo XVIII.
Este cuadro podría tener también el nombre del Señor del Mestizaje o Señor de la Identificación, por el mensaje que trasunta el lienzo.
Si se observa con detenimiento, podemos apreciar el rostro del sacerdote, del donante, que está al pié del Crucificado. Es claramente europeo, occidental. En cambio el rostro del Cristo es mestizo. Es andino.
La costumbre de los pintores europeos de representarse como parte de sus obras, pudo haber sido copiada por el anónimo pintor andino de este cuadro, o también es factible que el autor pretendiese identificar a su pueblo con el sufrimiento de Cristo.
Una particularidad propia de los pobladores andinos, vinculada a las malformaciones congénitas, presentada en la pintura de Cristo, permite esta disgregación.
En los pueblos andinos, ante la presencia de fiebre o de enfermedades como el paludismo u otras similares, se administraba quinina.
Este producto natural, como droga que es, genera muchos problemas de malversaciones congénitas, y que el mundo andino denomina socta a quien la presenta. En medicina esta malformación se conoce como polidactia.
La malformación proviene del uso de la quinina por una mujer en estado de gestación. Su hijo, al nacer presenta un sexto dedo en el pie o en la mano.
En el caso específico de este Cristo, el pintor los hizo socta, pintándole seis dedos en su mano derecha.
¿Se identificó el pintor con el Cristo o quiso identificar a su pueblo con el tormento del Crucificado? No se sabrá con certeza. Lo objetivo es que este Señor de los Temblores es socta como muchos pobladores andinos.
El cuadro de la Virgen y el Niño, estofado con pan de oro y esgrafiado, es copia de la denominada Virgen de San Lucas que los jesuitas adoptaron para su predicación. Destaca por tener la misma característica del Arcángel San Miguel en la Sala Zurbarán, tener una mirada estereoscópica. Los ojos de la Virgen dan la impresión que nos siguen con amorosa mirada.
El lado derecho de esta pinacoteca alberga un total de 26 cuadros referidos a la vida de Santa Catalina de Sena, la Doctora de la Iglesia que da nombre a este monasterio.
Así mismo en la nave transversal se aprecia un tenebrario, que es un candelabro para quince velas, utilizado en los oficios nocturnos del Viernes Santo. Se apaga una vela después del rezo de cada Salmo (nueve en total) y de cada meditación (seis en total). Al concluir el Oficio se queda en completa obscuridad, recordando a la que se produjo en el instante de la muerte de Cristo.
En la pared se encuentra grabado el estema del único obispo trinitario de Arequipa, Juan de Almoguera, quien hizo edificar, como queda dicho, el templo y los dormitorios de este monasterio antes de 1673, obras en las que gastó más de 5 mil pesos.
Esta Pinacoteca, en los últimos años ha servido, en múltiples oportunidades para la presentación de importantes eventos musicales y culturales.
Sin duda alguna, por la trascendencia histórica del acto, la ceremonia más importante realizada en este recinto se verificó el 19 de noviembre de 1982, cuando el entonces presidente de la República, arquitecto Fernando Belaunde Terry, instaló el Tribunal de Garantías Constitucionales.
Dicho Tribunal, por mandato de la Constitución de la República, tiene su sede en Arequipa y debe cautelar los derechos de todos los peruanos, sin excepción.

Imaginería
Finalizando la visita al monasterio de Santa Catalina de Sena, que alcanzó sumar su primer millón de visitantes a las 10:30 horas del 28 de enero de 1985, se aprecia un ambiente destinado a presentar imágenes de diversa épocas.
Apreciamos las imágenes de Jesús Resucitado, San Juan, Jesús coronado de espinas, San Agustín, San José, Santa Catalina y en medio de ellas la de Jesús Nazareno. Indudablemente ésta es la más bella de las imágenes del conjunto.
Este Nazareno tiene los rasgos de las bellas obras de Juan Martínez, El Montañés, escultor español de comienzos del siglo XVI.
Sin embargo, la presencia de ojos de vidrio en la talla y de vestido de tela encolada, nos hacen pensar en una obra del siglo XVII.
Esta imagen de madera policromada bien pudo ser realizada por alguno de los discípulos de El Montañés. Obras de ellos existen en Arequipa, en el templo de Santiago o de La Compañía de Jesús. Allí hay un Señor Crucificado de Gaspar de La Cueva y una escultura de San Sebastián, hecha por Diego Rodríguez. Tanto Gaspar de la Cueva como Diego Rodríguez, fueron discípulos de Juan Martínez, El Montañés.

Documentación
El 10 de setiembre de 1579, una mujer viuda, de 36 años, María de Guzmán, ve concretados sus afanes, con la firma de las capitulaciones de la fundación del monasterio de Santa Catalina de Sena, por el Cabildo, Justicia y Regimiento de la Ciudad de Arequipa, y por Martín Abad de Usunsolo, vicario del obispo del Cusco, Sebastián de Lartaún.
Ese mismo día, cuatro jóvenes mujeres, de distintos estratos sociales y situaciones económicas, expresan su voluntad de ser religiosas de clausura.
En la vitrina, además de apreciar algunas copias fotostáticas, se puede observar el cuadernillo de documentos originales de esas primeras cuatro peticiones.
Es interesante resaltar que la petición que se puede ver es la de una joven llamada Juana Pérez, nombre y apellido comunes en todas las épocas. La petición es suscrita por el progenitor de la joven, Bartolomé Pérez, un artesano, como muchas personas en Arequipa, y que con ese orgullo propio de la gente de trabajo se compromete a pagar la dote asignada para las jóvenes que ese día pedían su admisión como monjas. Seis años después, Bartolomé Pérez terminó de honrar su palabra empeñada.
A un costado podemos apreciar diversos cuadros, sobresaliendo una internaste versión de María Magdalena, realizada a finales del siglo XIX por el pintor local, Eugenio Pino.
Al fondo, se presenta los cuadros de un Vía Crucis, realizado por el pintor contemporáneo, Manuel Ugarte Chocano.
Hasta aquí, al concluir la visita al monasterio de Santa Catalina de Sena, hemos recorrido este cenobio, que llenaron más de cuatro siglos de silencios mestizos y, hemos obtenido una rauda visión de más de cuatro siglos de historia nacional y arequipeña, de historia virreinal y republicana, en fin, de historia peruana.

Salida
Habiendo concluido la visita al monasterio de Santa Catalina, usted amigo lector, puede inscribir su nombre en el Libro de Visitantes, como testimonio de su presencia en este cenobio.
Esperando haber colmado sus expectativas de conocimientos sobre este bello monumento y su entorno, eje central del Centro Histórico de Arequipa, declarado por la Unesco, Patrimonio Cultural de la Humanidad el 29 de noviembre del año 2000, les deseamos una grata permanencia en Arequipa.




Glosario de términos empleados en esta Guía

Aceña.- Molino harinero, movido por agua y situado en las inmediaciones del cauce de un río.

Aderezar.- Término empleado como sinónimo de refaccionar o arreglar una construcción existente.

Alarife.- Arquitecto o maestro de obras de albañilería.

Alhóndiga.- Local público destinado a la compraventa, y depósito de granos y otros comestibles.

Agnus Dei.- Triple invocación ("Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros") dirigida a Cristo, derivada de la liturgia griega e introducida en Roma durante el pontificado del papa Sergio I (+ 701) para acompañar la fracción del pan eucarístico.

Agua bendita.- Se llama comúnmente así al agua que ha recibido la bendición apropiada contenida en el ritual. Esta agua sirve a su vez para todos los ritos de bendición y purificación.

Alacena.- Armario empotrado en la pared. Sus paredes están constituidas por las del muro y las divisiones de madera sostenidas por escotaduras, realizadas en la mampostería.

Altar.- Del latín. Mesa sobre la que se realiza el Santo Sacrificio de la Misa. Observando una antigua tradición, el altar fijo se colocan reliquias de mártires y otros santos, en el llamado Sepulcreto (Código de Derecho Canónico, cánones 1235, 1236 y 1237)

Ángulo.- Cada uno de los cuatro costados del claustro.

Anteportería.- Patio o ambiente cubierto que precede a la portería.

Antesacristía.- Habitación que junto a las iglesias precede a la sacristía.

Arbotante.- Arco estructural que apoyado en un contrafuerte o estribo sirve para contrarrestar los empujes de las ojivas en las estructuras góticas o de otros elementos en otras construcciones. Arco por tranquil que sostiene otro arco o bóveda. Tranquil es línea vertical o del plomo.

Arcadas.- Denominación del pórtico formado por arcos.

Arco.- Fábrica en forma de arco geométrico que cubre un vano entre dos pilares o puntos fijos.

Arcén.- Brocal de pozo.

Arquería.- Serie de arcos dispuestos consecutivamente.

Arzobispo.- Originalmente significaba lo mismo que Metropolitano. Actualmente es también un título honorífico de los obispos de sedes importantes sin jurisdicción metropolitana. El nombre fue introducido en el siglo VI.

Ascética.- Del griego. Ejercitarse en la virtud.

Ascética litúrgica.- Es la ciencia y el arte de los medios que el hombre debe usar, cooperando con la divina gracia, para alcanzar la perfección (Oración, penitencia, práctica de las virtudes ...) La Liturgia de la Iglesia, en su complicado desarrollo, constituye una ilustrada y fecunda pedagogía para conducir las almas a la unión con Dios en la perfecta vida cristiana. El estudio y la práctica de los medios que ofrece la Liturgia para la santificación de las almas, se denomina Ascética Litúrgica.

Atril.- Elemento que se usa para sostener el misal y/o el salterio. Se usas desde el siglo XV. Cuando el atril es coral (Antiguamente "Analogium") va sostenido por un fuste y sirve para las lecturas de las lecciones del Oficio Divino.

Avemaría.- Oración llamada también "Salutación Angélica". Empieza con el saludos del Ángel (Lc. I, 28) seguido del de Isabel (Lc. I, 42) que ya estaban unidos en la antigüedad. En el siglo XVI se añadió la importación "Sancta María ..." Esta oración sumamente difundida como devoción extralitúrgica, sola o en el Rosario, entró en el Oficio Divino con la reforma dispuesta por el papa Pío V, en el siglo XVI.

Báculo.- Insignia del Obispo y símbolo de su oficio y de su jurisdicción. Aparece ya en los siglos V y VI adoptando diversas formas. Hoy se presenta siempre con la extremidad superior curvada, estilizada diversamente por el arte. Es insignia del abate o abadesa, prior o priora, en algunas órdenes religiosas.

Bargueño.- Mueble de madera con muchos cajoncitos y gaveta. También Vargueño.

Bastidor.- Estructura de madera sobre las que se alisa el lienzo o tela en que se pinta un cuadro. Suele tener travesaños y cuñas para tensar la tela.

Bautismo.- Este sacramento nació destinado a los adultos que se convertían a la fe de Cristo y luego se extendió a los niños. Es un sacramento que incorpora a la obra realizada por Cristo. Es un sacramento de fe.

Beatificación.- Declaración solemne, no definitiva, de competencia de la Santa Sede, acerca de la santidad de un Siervo de Dios. Si es beato formal, se permite el culto público del mismo, dentro de ciertos límites. Si el beato es equivalente, se confirma el culto tributado desde tiempo inmemorial.

Beato.- Del latín. El Papa, basado en una detallada documentación histórica, declara eternamente "feliz" a un buen católico difunto, cuya conducta fue muy ejemplar. (Sab. 3,19; Fil 3,17)

Biblia.- Del griego: libros.- Es la colección de escritos, divinamente inspirados y, como tales, confiados a la Iglesia. Los 68 libros que la conforman, están divididos en Antiguo Testamento (Libros históricos, proféticos y de sabiduría) y Nuevo Testamento (Evangelio, Hechos de los Apóstoles, Cartas o Epístolas y Apocalipsis)

Bóveda.- Cubierta de un edificio en forma de curva, constituida por elementos pequeños. Geométricamente se engendra por la sucesión de arcos.

Bóveda de rincón de claustro.- Es la conformada sobre un espacio cuadrado o rectangular por triángulos curvos que se unen en el vértice conformando aristas.

Breviario.- Es el libro litúrgico que contiene todos los textos para el Oficio Divino. Su nombre se deriva del hecho que reúne salmos, lecciones e himnos que en un tiempo se hallaban distribuidos en sus libros respectivos: Salterio, Leccionario, Homiliario, Antifonario, Himnario. Hoy se divide en cuatro partes que corresponden a las cuatro estaciones del año.

Brocal.- También arcén. Antepecho alrededor de un pozo.

Cal y canto.- Se dice del aparejo de mampostería ordinaria de cantos rodados de un río, unido con mortero de cal. También calicanto. Es vocablo usado generalmente en Hispanoamérica.

Camarín.- Habitación situada detrás de un altar en la que se viste y adorna alguna imagen y donde se guardan sus ornamentos.

Campanario.- Edificación arquitectónica destinada a colocar las campanas con que se anunciaba a los fieles las funciones eclesiásticas.

Campanas.- Instrumento de metal, de copa invertida que suena herido por el badajo. Se encuentran campanillas en las catacumbas, pero es en el siglo V cuando se usan abundantemente las campanas en Campania (comarca de Italia meridional), de donde le viene el nombre, como señales para el desenvolvimiento de la vida religiosa, primeramente entre los monjes y luego en las parroquias. Su lugar está en el campanario o torre, construcción típicamente cristiana cuyos principios se remontan solamente al siglo VIII.

Campanas (Sonido de las).- El sonido de las campanas está reservado para usos sagrados y está reglamentado por normas litúrgicas y canónicas. En la Catedral de Arequipa se tiene establecido que a la muerte del prelado arquidiocesano después de cincuenta campanadas y después de cincuenta clamores, se dobla en cada hora del día hasta concluir las exequias. El día que se tenga noticia del fallecimiento del Sumo Pontífice, se dará cien campanadas y cien clamores; y los mismos se dará cuando muere el Presidente de la República, en ejercicio. (Art. 528 y 529 Estatutos del Cabildo Arquidiocesano de Arequipa vigente desde 1952)

Cancela.- División transparente formada por una verja de madera o metal que separa ambientes religiosos como las capillas de la nave, o laicos como el zaguán del patio de las casas.

Canonización.- Solemne y definitiva declaración de las virtudes heroicas y de la consiguiente gloria eterna de un beato, a la cual sigue siempre la Misa Papal Pontifical. En la canonización se determina también la fecha anual de la fiesta del nuevo santo que ha de insertarse en el martirologio.

Canonizar.- Del griego. Acción del Papa que declara Santo al cristiano que se portó según los cánones o normas cristianas (Mt. 16,19).

Cantilever.- Viga o loza empotrada o contrapesada por un extremo y por el otro extremo en voladizo.

Cañutillo.- Hilo de oro o plata rizado para bordar.

Capilla.- Del latín. Pequeño lugar de culto, abrigado como una capa (Heb. 9,25). Nombre que se da comúnmente a edificios sagrados pequeños y también a los oratorios.

Capilla Miserere.- Denomínase asi en la arquitectura virreinal hispanoamericana a un edículo o construcción situado dentro de una iglesia y que servía para velar los cadáveres de los difuntos.

Carisma.- Del griego, regalo. Capacidad que da Dios para que la utilicemos al servicio de los demás (1 Cor. 12,31).

Casulla.- Del latín. Ornamento con que el sacerdote celebra la Misa. Es de color verde en el Tiempo Ordinario; morado en Adviento y Cuaresma y para difuntos; rojo al celebrar a mártires y al Espíritu Santo; blanco en Pascua y Navidad y, oro que puede sustituir al blanco, rojo y verde.

Católico.- Del griego, universal. Quiere decir "salvar a todos" (Mt. 28,19).

Cementerio.- Del griego, lugar de reposo. Denominación típicamente cristiana del lugar de sepultura de los fieles. Es antiquísima y expresa la fe en la resurrección. El cementerio es un lugar sagrado. La Iglesia se reserva el derecho de tener la propiedad de él y, el Obispo le bendice en un rito solemnísimo (Código de Derecho Canónico: Can 1240, 1241, 1242 y 1243).

Chiflón.- Paso de comunicación cubierto por bóveda o adintelado entre dos claustros o patios.

Chiribitil.- Desván, rincón o escondrijo. Cuarto muy pequeño.

Claustro.- Patio rodeado de pórticos. Se aplica generalmente a los patios de conventos o casas religiosas.

Clausura.- Zona reservada exclusivamente a los miembros de una congregación o comunidad religiosa. Se observa más estricta en los monasterios de vida contemplativa y se llama clausura papal. El obispo puede permitir, con causa grave y consentimiento de la abadesa o priora, que otras personas sean admitidas en la clausura o que las monjas salgan durante un tiempo verdaderamente necesario (Código de Derecho Canónico, Can 667).

Clave.- Dovela central del arco o de la bóveda.

Colaña.- Tabique de poca altura que sirve de antepecho en las escaleras o de división en los graneros.

Columna.- Pie derecho perteneciente a un orden arquitectónico, de sección circular o elíptica. Está formado por una base, una caña o fuste y un capitel.

Columna exenta.- La que no está arrimada a ninguna parte del edificio.

Completas.- Del latín. Ultima parte de la Liturgia de las Horas que se celebra al acostarse, completando el día (Deut 11,19). En los Cánones de Hipólito se dice: "Oramos también cuando el sol se pone, porque es el fin del día". El Salmo 90 es específico desde antes de San Benito. En Oriente se le designa como Apodeipnía o también prozypnía. Esta hora es de origen monástico. Se concluye con la Antífona mariana.

Confesa.- Viuda que ingresa como monja.

Confesar.- Del latín, decir al ... Decir al sacerdote nuestros pecados (Jn. 20,23; Stg. 5,16)

Confesionario.- Lugar donde se administra el sacramento de la Penitencia. En la Edad Media era un asiento cualquiera delante del altar. En la misma época el confesionario tomó, a lo menos para las mujeres, una pared divisoria provista de reja y quedó prescrita desde el siglo XVI. El sacerdote no debe oír confesiones fuera del confesionario, si no es por justa causa. (Código de Derecho Canónico, Can. 964).

Congregación.- Del latón, conjunto. Es el conjunto de los miembros de cada Instituto Religioso (1 Cor. 3,4).

Convento.- Del latín. Edificio en el que viven reunidos los religiosos (2 Re 6,1)

Conversa.- Joven que acompañaba a una religiosa en el monasterio de Santa Catalina de Arequipa, como doncella.

Contrafuerte.- Ensanchamiento del muro que sirve para recibir empujes de bóvedas, arcos o cargas puntuales. Puede tener forma prismática o aumentar hacia la parte baja en resaltos.

Coro.- Conjunto de eclesiásticos, religiosos o religiosas congregados en el templo para cantar o rezar los Oficios Divinos. Espacio de la iglesia destinado al rezo oficial de las Horas Canónicas. En las iglesias el coro se ubica a los pies de la nave y en alto. Los coros bajos tienen una forma rectangular, cerrados por tres muros y una reja o cancela. El coro suele tener sillería en el caso de las catedrales y de los conventos de frailes y de monjas.

Cripta.- Local o espacio subterráneo, provisto de uno o más altares.

Crucero.- Se denomina al espacio producido por el encuentro de la nave central transversal en las plantas de cruz latina o cruz griega.

Cruz griega (Planta de ).- Se denomina así a la que tiene las naves que formarían el palo y el travesaño de igual longitud y que se cruzan en sus puntos medios, formando tramos iguales en los cuatro brazos.

Cruz latina (Planta de ).- Se denomina así a la planta de una iglesia y otra transversal más corta que cruza perpendicularmente a la primera.

Cuaresma.- Del latín. Se llama así a los cuarenta días penitenciales de preparación de la Pascua. Desde el Miércoles de Ceniza pasan 46 días, pero los seis domingos no se consideran, dado el matiz festivo (Lc. 4,2). Es tiempo de austeridad, penitencia y ayuno.

Cubierta a dos aguas.- Forma de cubierta constituida por dos planos inclinados que se unen en su parte más alta. La estructura está constituida por vigas inclinadas apoyadas en los muros y unida por tirantes o nudillos.

Culto.- Del latín. Cultivo de nuestra relación con Dios (Mt. 4,10)

Cratícula.- Ventanilla por donde se da la Comunión a las monjas.

Cúpula.- Bóveda semiesférica que generalmente cubre espacios arquitectónicos cuadrados. Puede ser también de generatriz elíptica.

Custodia.- Del latín. Recipiente transparente en el que se guarda la Hostia mientras está expuesta a la adoración (1 Cor. 11,24). La custodia es una pieza de oro, plata u otro metal precioso en que se expone el Santísimo Sacramento a la pública veneración.

De Profundis.- Del latín: Desde los abismos. Primeras palabras del Salmo 129. No es e David y no se conoce su verdadero autor. Compuesto durante la esclavitud de los hebreos en Babilonia. Este Salmos es una invocación ardiente de la misericordia de Dios y un acto de fe en su infinita bondad. Este Salmo generalmente es rezado en los conventos dominicos antes de la colación.

Despabilador.- Instrumento a modo de tijeras con que se despabila la luz. También llamado molleta.

Devoción.- Del latín, oferta. Amor a Dios (1 Tim. 6,11 y 4,8).

Devociones privadas.- La devoción es la disposición de la voluntad que la hace pronta para el servicio y culto de Dios. Las devociones privadas son expresiones del alma individual y han sido diversas según los tiempos y las tendencias peculiares de los pueblos y de las almas.

Dintel.- Elemento estructural plano que cierra la parte superior de un vano arquitectónico. Carga sobre las jambas transmitiendo a éstas el peso que recibe de la parte superior.

Diócesis.- Del griego. Zona administrada por un Obispo. (Ti. 1,57)

Donado (a).- Persona que sirve a una orden religiosa mendicante y viste hábito, pero no profesa.

Dorado.- Proceso mediante el cual se coloca pan de oro sobre cualquier superficie lisa, que puede ser madera, metal, piedra, etc.

Dovela.- Cada una de las piezas que forman el arco. Piedra en forma de cuña con la que se forman arcos o bóvedas.

Educar.- Del latín, sacar. Ayudar a desarrollarse. (1Pe 5,3).

Encalado.- Dícese de cualquier superficie con lechada de cal.

Encarchado.- Cierta labor (bordado) de oro y plata.

Encíclica.- Del griego, carta. Circular del Papa (1Pe 1,11; Col. 4,16).

Escucha.- En los conventos, religiosa que acompaña en el locutorio a las que reciben visitas, siguiendo el criterio evangélico. (Mc. 6,7)

Esgrafiado.- Dibujo o labor sobre una superficie plana que se forma excavando los espacios libres alrededor de sus bordes hasta un fondo plano homogéneo.

Espadaña.- Terminación de un muro en forma escalonada. Se suele aplicar propiamente al muro horadado por aberturas que se usa como cuerpo de campanas en los templos, ayuntamiento u otros edificios públicos. Campanario formado por una sola pared en la que están abiertos los huecos para colocar las campanas.

Estema.- Del griego stemma, guirnalda, genealogía. Escudo distintivo de los clérigos. Como coronación lleva la Teja del que salen las de orlas, que indican, según el número, la categoría del propietario del estema. Dos filas de orlas a cada lado son símbolo del protonotario; tres, del obispo; cuatro, del arzobispo y, cinco, del cardenal.

Estofado.- Proceso de acabado de la escultura en madera. Consiste en la aplicación de varias capas de tiza y cola sobre la madera y luego se coloca una arcilla higroscópica denominada bol y, sobre la misma pan de oro al que posteriormente se lo abrillanta mediante pulidores de ágata.

Estola.- Insignia eclesiástica propia de los diáconos, presbíteros y obispos, quienes la llevan de diverso modo. El diácono, terciada en bandolera; el presbítero, cruzada sobre el pecho y, el obispo, sin cruzarla.

Evangelistas.- Los escritores de los cuatro evangelios: San Mateo, primero publicano y después apóstol, su prédica estuvo dirigida a los judíos; San Marcos, discípulo y secretario de San Pedro, su prédica estuvo dirigida a los romanos; San Lucas, médico, discípulo y compañero fiel de San Pablo, su prédica estuvo dirigida a los esclavos y, San Juan, el apóstol amado, su prédica estuvo dirigida a los cristianos.

Evangelistas (Alegoría de los).- San Mateo es representado por un hombre, porque su evangelio comienza con la genealogía humana de Jesucristo; San Marcos es representado por un león, ya que su evangelio empieza con la predicación de San Juan Bautista en el desierto; San Lucas es identificado alegóricamente con un toro o becerro porque su evangelio comienza con el sacrificio de Zacarías, y, San Juan, que empieza su evangelio fijando su mirada en la eterna generación del Verbo, se lo representa con el águila que clava su mirada en el sol.

Excomulgado.- Se dice de aquel que es castigado con la pena eclesiástica de la excomunión y que pierde el derecho de la comunión (Código de Derecho Canónico, Can. 915) El excomulgado está prohibido de tener cualquier participación ministerial en la celebración del Sacrificio Eucarístico o en cualquiera otra ceremonia de culto como celebrar los sacramentos y/o los sacramentales y recibir los sacramentos. (Código de Derecho Canónico, Can. 1331)

Excomulgar.- Del latín. Alejar de la comunidad (Mt. 18,17; 1Cor. 5,11)

Exposición del Santísimo Sacramento.- Es una forma del culto eucarístico que entró en uso, sólo desde el siglo XVI y se difundió en el siglo siguiente con la solemnidad y la procesión del Corpus, ya introducida en el siglo XIII.

Facistol.- Atril grande de los templos, donde se ponen libros para cantar. El del coro suele tener cuatro caras.

Festón.- Ornamento curvo en forma cóncava. Puede imitar telas, flecos o formar una línea continua con varios elementos similares.

Follajería.- Ornamentación constituida por hojas y roleos vegetales.

Florón.- Adorno a manera de flor grande que se colocaba en el centro de los artesones poligonales o sobre el cruce de la lacerías de los alfarjes, especialmente en las techumbres de madera.

Friso.- Parte central de entablamento. Puede estar dividido, como en el caso del estilo dórico o, ser liso para recibir decoración escultórica o pictórica. En el caso de la pintura mural se aplica a la franja dorada en la parte superior de los muros.

Frontón.- Remate ordinariamente de figura triangular, semiovalado o semicircular, que corona una portada o un retablo.

Funeral.- El funeral supone el traslado del cadáver desde la casa del difunto hasta el templo, acompañado del canto "Miserere" (Salmo 50); la entrada en el templo, saludado por el "Subvenite" (Invitación a los santos y ángeles para que reciban el alma del difunto; el oficio de difuntos en laudes y maitines; la Misa; las exequias; el traslado al Cementerio, con el canto del "Bendictus" (Lc. I,68-79) y, el rito de sepultura.

Gárgola.- Canal terminal por el que se evacua el agua de las cubiertas. Suele estar decorado con cabezas de león, monstruos o de querubines.

Gólgota.- Del arameo. Colina de Jerusalén de 8 metros de altura, en la que fue crucificado Jesús. Se parece a una calavera. (Jn. 19,17)

Haliografía.- Historia de las vidas de los santos.

Horas Canónicas.- Las varias partes del Oficio Divino distribuidas en las varias horas del día. Son ocho, en relación con el Salmo 118, a saber: Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Completas y Vísperas. Prima, Tercia, Sexta, Nona y Completas, son horas menores. Maitines, Laudes y Vísperas son horas mayores. Con excepción de Maitines y Laudes, las demás son horas diurnas. El sentido simbólico de cada hora es otro factor de la impronta cristiana de la oración. Así lo atestigua San Cipriano cuando dice: "En lo que toca a la frecuencia de la oración, vemos que los tres jóvenes con Daniel, constantes en la fe y vencedores en el cautiverio, observaron la hora tercia, sexta y nona, prefigurando el misterio de la Trinidad.... a la hora tercia descendió sobre los discípulos el Espíritu Santo, que realizó lo prometido por el Señor con sus dones. Asimismo Pedro, a la hora sexta subió a la azotea de la casa, avisado por una visión y llamada de Dios, para que admitiese en la gracia del bautismo a todos, pues que antes había vacilado en admitir a los gentiles en esa purificación. El Señor fue crucificado a la hora sexta. A la de nona lavó con su sangre nuestros pecados, y para redimirnos y darnos vida, dio cima a la victoria con a pasión de esa hora"

Hornacina.- Abertura en un muro o en un retablo, que sirve para colocar imágenes, jarrones u otros elementos decorativos. Su planta es curva, generalmente semicircular.

Hostia.- Del latín. Cristo y víctima en el pan (Heb. 10,8-10) Sólo desde el siglo IX y universalmente para la iglesia latina desde el siglo XIII, se empieza a preparar panes especiales, bastante pequeños, hechos de modo especial, para la comunión de los fieles. Desde el siglo XII, las hostias empiezan a llevar impresa la imagen del Crucifijo.

JHS.- Monograma ideado por San Bernardino de Siena (1380-1444) formado por las iniciales de "Iesus, Hominum Salvator", palabras latinas que significan: "Jesús Salvador de la Humanidad".

Iconografía sacra.- Del griego, representación por imágenes. La representación pictórica o plástica del Salvador, de la Virgen, de los Santos y de los Misterio cristianos.

Ichu.- Paja que crece en la Sierra y que se usó como cubierta para los edificios de las época incaica y durante el período virreinal.

Indulgencia.- Del latín. Condenar las penas de la humillación por el pecado perdonado (Lc. 7,47) Es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue, por mediación de la Iglesia. (Código de Derecho Canónico, Can. 992)

Jaculatoria.- Del latín. Confiada pequeña oración que lanzamos hacia Dios (Mt. 20,31)

Jarrón.- Tema muy frecuente en la decoración de la arquitectura barroca y mestiza americana.

Lado de la Epístola.- Se aplica al costado o nave izquierda de un templo.

Laicos.- Del griego, súplica. Oración con repeticiones (Sal. 135) Forma de oración litúrgica, fácil y popular.

Laudes.- Del latín. "Alabanzas de la mañana", en la Liturgia de las Horas (Deut. 6,7). A esta hora están vinculados los Salmos 50, 62, 66, 148-150.

Letanías Lauretanas.- Letanías a la Virgen que comenzaron a difundirse en la ciudad de Loreto, en el siglo XVI. Se rezan al final del Rosario. Incluidas diez súplicas a Dios, las letanías sumaban 54.

Lipsoteca.- Mueble que sirve para contener o guardar reliquias.

Liturgia.- Del griego. Culto oficial con participación del pueblo (Heb. 10,10; 8,6)

Locutorio.- Dependencia colocada a un costado de la portería de los conventos y destinada a que los religiosos y monjas reciban a los laicos. En los conventos femeninos de clausura, en medio del locutorio existe una doble celosía que separa a las monjas de sus interlocutores.

Luneto.- Bóveda menor de medio punto que se inserta perpendicularmente a otra mayor, a fin de que se puedan abrir ventanas o huecos para la luz o ventilación.

Madre.- Del latín, religiosa. Que transmite vida espiritual (Mc. 3,35)

Madrina.- La naturaleza del madrinazgo o padrinazgo consiste en ser una extensión de la familia y de la Iglesia, con quienes colabora para que el bautizado alcance la debida maduración de la fe.

Maitines.- Hora canónica que los griegos denominaron Ortox. Está vinculado a la espera del retorno del Señor.

Mechinal.- Habitación muy pequeña.

Media naranja.- Denominación de la cúpula de generatriz circular, que descansa sobre un anillo de cornisa soportado por los cuatro arcos torales y las cuatro pechinas.

Metropolitano.- Arzobispo. Título honorífico de un Obispo de una iglesia de importancia que es sede de una provincia eclesiástica.

Milagro.- Del latín. Intervención divina que causa maravilla (Mt. 12,39)

Misa.- Del latín, despedida. Cena del Señor que termina con un envío de todos al apostolado. (Mt. 26,30)

Miserere.- Salmo (50) penitencial que empieza con esta palabra. Es uno de los más bellos de toda la Biblia. Se recita a menudo en el Oficio Divino, especialmente en los tiempos de penitencia y en el Oficio de Difuntos.

Mística.- Comunicación misteriosa del alma con Dios por vía del conocimiento y el amor. Es de carácter experimental, debido a un gratuito don de Dios.

Mojinete.- En América, sinónimo de hastial. Caballete. Techo plano sostenido por paredes inclinadas.

Monja.- Religiosa de algunas órdenes aprobadas por la Iglesia, que se liga con los tres votos solemnes y generalmente está sujeta a clausura.

Monje.- Del griego. Religioso solitario, consagrado a Dios (Mt. 4,1)

Moral.- Del latín. Buena costumbre (Mt. 28,20)

Nave.- Espacio arquitectónico del templo, limitado por los muros y la cubierta. Generalmente el número de naves es impar, salvo excepciones.

Nave transversal.- Nave que conforma el brazo menor de la cruz en las plantas de templo de cruz latina.

Nicho.- Abertura en un muro o en un retablo que sirve para colocar imágenes, jarrones u otros elementos decorativos. Su planta es rectangular o cuadrada.

Nona.- Hora menor del Oficio Divino al momento que el sol declina. "Ilumina mi ocaso con una luz que haga perenne la vida"

Novicio (a).- Del latín, nuevo. Aspirante a la profesión religiosa (Mc. 10,21) Religioso (a) que aún no ha profesado.

Obispo.- Del griego, guardián. Que cuida a los católicos (Ti. 1,7)

Ochave u Ochavado.- Forma poligonal de tres o más lados en que remataba el ábside de las iglesias de los período góticos, renacentista y mudéjar. Se aplica también al artesonado de ocho lados colocados sobre los cimborrios.

Orar.- Del latín. Relacionarse con Dios, con la boca (Lc. 11,2)

Papa.- Del griego. Padre de los cristianos (mt. 16,18; 1Cor. 4,15)

Paramento.- Cada una de las caras exteriores del muro.

Peana.- Pieza que sirve para sostener esculturas, imágenes u otros elementos que se colocan en nichos u hornacinas. También se aplica a la parte baja saliente de una ventana.

Pecado.- Del latín. Suicida desviación o apartamiento del hombre con respecto a Dios (Lc. 15,7)

Pechina.- Cada uno de los cuatro espacios triangulares de lados curvos que se forman debajo del anillo de la media naranja entre cada par de arcos torales.

Pilar.- Pie derecho de un pórtico de sección cuadrada. Especie de pilastra, sin proporción fija entre su grueso y su altura, que se pone aislada en los edificios o sostiene otra fábrica o armazón.

Pilastra.- Pie derecho. Parte de un orden arquitectónico de forma rectangular que sobresale de la pared. Lleva los pedestales, bases y capiteles correspondientes.

Pintura al temple.- Técnica de la pintura ejecutada con colores disueltos en agua de cola o en clara de huevo, aplicados sobre una superficie seca de mortero de cal o yeso.

Portada.- Conjunto de decoración arquitectónica que sirve para realzar una puerta, generalmente la principal de un edificio. Puede tener uno o varios cuerpos. Se denomina de "pies" cuando está en el nacimiento de la nave, o "lateral" cuando se coloca sobre los muros más largos de la nave.

Portería.- Dependencia de ingreso a los conventos, monasterios y otras instituciones religiosas. Se halla junto al zaguán. En los conventos de clausura en la portería existe un torno o molinillo por el que se comunican los mensajes u objetos desde interior de la clausura hacia el exterior y viceversa.

Postigo.- Puerta menor dentro de otra mayor. Se usa especialmente en portones de iglesias, palacios y casas solariegas.

Poyo.- Banco de piedra, yeso u otra materia que ordinariamente se fabrica arrimando a las paredes, junto a las puertas de las casas.

Presbítero.- Del griego. Sacerdote, anciano (He. 14,23)

Prima.- Hora menor del Oficio Divino. Su origen es monástico que surgió a fines del siglo IV en Belén, con el fin de disciplinar el horario de los monjes. San Benito le dio el nombre.

Profesar.- Obligarse, en una orden religiosa, a cumplir los votos propios de su instituto.

Profesión.- Del latín. Declaración para ser religioso (Ti. 1,16) Por la profesión religiosa los miembros abrazan, con voto público, los tres consejos evangélicos; se consagran a Dios por el Ministerio de la Iglesia y, se incorporan al instituto con los derechos y deberes determinados en el Derecho. (Código de Derecho Canónico, Can. 654)

Procesión.- Es una manifestación que existe en todas las religiones. Es una súplica solemne que se hace por el pueblo fiel, con la guía del clero, marchando de un lugar sagrado a otro, a fin de excitar la piedad de los fieles, conmemorar los beneficios de Dios, agradecerlos e implorar al auxilio divino.

Púlpito.- Tribuna elevada desde la que el predicador se dirige a los fieles situados en la nave del templo. Consta de las siguientes partes: la cátedra, que suele tener planta poligonal o curva; el respaldar, que suele estar constituida por un tablero con relieves u otras representaciones de santos; el tornavoz, que cubre el conjunto a manera de dosel y que suele rematar en imágenes de santos, teniendo en el sofito al Espíritu Santo y, la cazoleta, que es el remate de la parte inferior de la cátedra que tiene forma de cúpula invertida. En general, el púlpito se construye en madera, mármol o metal.

Reconciliación.- Del latín. Unirse de nuevo a Dios y al prójimo, de los que queda aislado con el pecado (Mt. 5,24)

Refectorio.- Sala del convento, destinada a comedor. Tiene forma rectangular alargada y las mesas se disponen en forma de U, con bancos adosados a la pared como poyos. Se suele decorar sus paredes con pintura mural o cuadros.

Relieve.- Denomínase al ornamento escultórico que sobresale parcialmente del ras del muro o retablo.

Religioso (a).- Del latín. Ligado de nuevo a Dios, consagrándose como miembro de alguna congregación (Mt. 10,37)

Reliquia.- Del latín. Resto de lo que perteneció a un Santo (He. 19,12) Parte del cuerpo de un Santo, o lo que por haberle tocado es digno de veneración. Está terminantemente prohibido vender reliquias sagradas (Código de Derecho Canónico, Can. 1190)

Retablo.- Decoración arquitectónica colocada en torno y sobre el altar, en el muro testero de una capilla. Se utiliza para colocar imágenes o pinturas alusivas a la vida de Cristo, la Virgen y los Santos. Puede tener uno o varios cuerpos. Puede ser de madera, estuco, piedra, mármol, etc.

Revoque.- Revestimiento que se coloca sobre la mampostería ordinaria o sobre el paramento del muro, a fin de protegerlo de los accidentes atmosféricos. Suele estar constituido por cal y arena o yeso con agua. En general, tiene una parte basta y rugosa denominada enfoscado, sobre la que se coloca una finura que es el enlucido.

Rezar.- Del latín, citar de nuevo. Oración pronunciada en voz alta. (Dt. 32,44)

Rosario.- Del latín, rosal con 150 "Dios te salve, María" (Lc 1,28). Rezo de la Iglesia en la que se conmemora los quince misterios de la Virgen Santísima, recitando después de cada uno, un padrenuestro, diez avemarías y un gloriapatri, seguido todo de las letanías. Por extensión se denomina rosario al instrumento que sirve para contar el número de oraciones rezadas. Las cuentecillas se denominan frutillas.

Sacra.- Cada una de las tres hojas que, en sus correspondientes tablas, se solía poner en el altar para que el sacerdote leyese algunas partes de la Misa, sin recurrir al Misal, cuando ésta era celebrada en latín.

Sacristía.- Del latín, depósito de objetos sagrados (1Cor. 26,15) Lugar, en los templos, donde se revisten los sacerdotes y están guardados los objetos pertenecientes al culto. Espacio arquitectónico al lado del presbiterio.

Sagrario.- Del latín. Armario o cofre en donde se guardan y se adora a Cristo sacramental en las Hostias consagradas (1Cor 11,27)

Sala Capitular.- Lugar del convento donde se celebran las reuniones de la comunidad religiosa para tomar decisiones, realizar elecciones o recibir a los prelados. Suelen tener una sillería de madera en tres de sus lados; en la testera se coloca una silla para el superior. Los muros suelen estar decorados con pintura mural o con cuadros y, la cubierta con artesanado.

Sala De Profundis.- Ambiente situado delante del refectorio, en el que una comunidad religiosa reza el Salmo De Profundis, antes de ingresar a las comidas. En el monasterio de Santa Catalina de Sena de Arequipa se da este nombre al velatorio.

Salmos.- Del griego. Cantos bíblicos acompañados con el arpa (Sal. 97,5; 56,9)

Santísimo.- Del latín. Cristo en la Eucaristía. Es Jesús presente en el pan consagrado (1Cor. 11,28; Heb. 9,12)

Santo.- Del latín. El católico que el Papa, después de ulteriores estudios sobre la heroicidad de sus virtudes lo proclama: "separado" para Dios, al que anteriormente había proclamado Beato; autoriza a que se le venere públicamente (He. 19,12; 1Coe. 4,16) El Santo es un hombre al que la Iglesia lo propone como ejemplo a los demás hombres, por sus virtudes.

Santuario.- Del latín, edificios dedicados a Dios, la Virgen o algún Santo (Ex. 40,17) Con el nombre de Santuario se designa a un templo u otro lugar al que, por un motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles, con aprobación del Ordinario (Obispo, Arzobispo) del lugar. (Código de Derecho Canónico, Can. 1230 al 1234)

Secreta.- Aplícase a las letrinas.

Seglar.- Del latín. Católicos del siglo que no son ni sacerdotes ni religiosos (He. 2,17)

Sexta.- Hora menor del Oficio Divino. Recitada al momento en que se contempla al sol en el mayor grado de su intensidad calorífica. Esto hace pensar en los ardores maléficos, físicos y morales y provoca un espontáneo deseo de preservación.

Sillar.- Pieza de piedra natural o artificial, cerámica, etc, que tiene forma de un paralelepípedo. El sillar clásico griego tenía 66 por 33 centímetros. En Arequipa esta pieza es de una piedra producto de la solidificación del macizo volcánico Chachani, depositada principalmente en las canteras de Añashuayco, en las inmediaciones del distrito de Yura. Es también de color blanco y, también hay uno de color rosado. Sus dimensiones son de 192 x 320 y 564 milímetros.

Sillería de Coro.- Conjunto de sillas con sus respaldos decorados que conforman el Coro. Allí los canónigos, los frailes y monjas rezaban el Oficio Divino.

Soror o Sor.- Del latín. Hermana religiosa (Rom. 16,1; 1Cor. 4,16)

Tabernáculo.- Edículo de planta circular o poligonal que sirve para exponer, ante los fieles, la custodia con la Hostia consagrada. Suele tener puertas de dos hojas o corredizas. El tabernáculo se coloca en el segundo cuerpo del retablo o, forma una construcción independiente sobre el altar.

Tarrajeo.- Sinónimo de revoque.

Templo.- Del latín. Área sagrada (1Re. 6,1-38; Hech. 2,46)

Tenebrario.- Candelabro triangular, para 15 velas, que se encienden en los oficios de tinieblas de la Semana Santa, apagando una vela tras la lectura de un salmo o de una meditación, hasta quedar a oscuras.

Tercia.- Hora menor del Oficio Divino cuya estructura como las de Sexta y Nona son atribuida a San Ambrosio y referida a las distintas posiciones de la Tierra respecto al Sol, para deducir de ello alguna consecuencia de orden espiritual. En Tercia se supone al sol en el segundo cuarto de la jornada, con pleno esplendor y calor: lo que sugiere la acción del Espíritu Santo en las almas, que vino sobre los apóstoles el día de Pentecostés a esa hora.

Torre.- Conjunto estructural colocado junto a un templo exento del cuerpo del mismo y que está conformado por un cubo prismático que sirve de base y, un cuerpo de campanas con aberturas, generalmente, en forma de arcos. Suele tener una cubierta de pabellón o cúpula.

Torre adosada.- Aquella que se halla unida al cuerpo del templo.

Velo.- Parte del vestido de las religiosas que cubre su cabeza. (Fig.) Tomar velo: profesar como monja.

Venera.- Adorno que representa en gran tamaño una valva de concha de molusco, que se emplea para recubrir el intradós de los arcos de las hornacinas en los retablos y portada, y el dintel de algunos vanos de puertas y ventanas.

Venerar.- Del latín. Admirar la "simpática" conducta de los santos. (1Cor. 22,2; He. 19,12)

Vía Crucis.- Del latín. Camino de la Cruz. Cristo subió al Calvario por la calle que después se llamó Vía Crucis.

Viático.- Del latín. Comunión con el que los moribundos viajan hacia la divinización definitiva (Lc. 22,15)

Vísperas.- Del latín. Oración del anochecer (Ex. 22,41) Las primeras fórmulas de esta Hora se encuentra en el uso judío-cristiano de saludar ritualmente a la luz, cuando, al hacerse noche, se encendía la lámpara y se daba comienzo a la vigilia dominical, con el ágape correspondiente. Su simbología está referida al deseo del retorno de la luz.

Vocación.- Del latín. Llamada con la que Dios nos manda consagrar totalmente nuestra vida a Cristo y a la humanidad (Mc. 2, 14; 5,19; 10,12)

Voto.- Del latín. Seria promesa hecha a Dios (Deu. 23,23)

Vulgata.- Versión de la Sagrada Escritura auténticamente recibida por la Iglesia.

Zaguán.- Espacio arquitectónico de planta cuadrada o rectangular, que se abre por un lado a la puerta de calle de la casa y, por el otro al patio.